miércoles, 25 de octubre de 2017

El Factor Figueroa: Lo malo del sexo

Estaba leyendo las últimas noticias sobre Harvey Weinstein, el productor de Hollywood que resultó ser toda una fichita sexual. Es como el Cristiano Ronaldo de los acosadores: no se le fue ni un balón. Yo, la verdad, me crucé con muchos depredadores en el camino pero por suerte salí bien librada y pasé el pantano sin mancharme las plumas. Bueno, uno que otro embarrón, pero fue por gusto. Odio a la gente que tiene sexo por interés. El sexo es increíble y es bajísimo desperdiciarlo en negociaciones ¿no? Dime ‘bruja’, pero estoy segura que el día que quieran hacerlo por puro placer, el karma les explotará en la cara -o mejor, en las partes nobles- no van a poder. Ni para atrás ni para adelante. Existe el castigo divino, acuérdense.

Además me parece igual de chafa en ambos sentidos, de parte del acosador y del que se deja.

Que si te doy el papel, que si me ayudas con dinero para mi película, que si te voy a meter a todos los programas y novelas aunque no vengas al caso, que si te voy a hacer famosa (o), que si cómprame un coche o una casa (o el combo ‘casa-coche’), que si te voy a ascender, que si te voy a convertir en socio. Es lo malo del sexo: es tan bueno que te llena de ideas.

Por supuesto, no defiendo a Mr. Weinstein (cero, por mí que se pudra), pero cuando escuché el relato de una actriz de Game of Thrones diciendo que acompañó al productor a su habitación para ver un guión, pero le dijo ‘clarito’ que no iba a pasar nada (jajajaja ¿en serio?), pensé que no puedes ir por la vida jugando a la inocencia porque siempre hay alguien más listo y cabrón que tú. Y si caminas hacia el cuarto, seguro te atoran y no hay manera de salvarte de una buena voltereta.

Ahora, si quieres sexo a cambio de triunfo cinematográfico ¡muy bien!, pero sin quejas. No llores después. O sea, sin ‘Yolanda, Maricarmen…” Y que sepas, que esos convenios carnales se notan a kilómetros de distancia y todo mundo se entera-sabe-sospecha como obtuviste…

Por favor, no crean que soy una juzgona. Para nada. Es más, creo que en el fondo más profundo de mi ser, admiro un poco a las (o los) que logran sacar partido de las ratas. Quiero decir, que si te van a pedir sexo a cambio, pues sácale jugo al maldito, mucho jugo.

Al final, cada quien elige sus pecados. Personalmente, ahora tengo pocos, sobre todo veniales (las pequeñas faltas, pues). Pero me di cuenta de lo pecadores que somos porque el domingo fui a la iglesia y la fila en el confesionario era larguísima.

Estuve en la misa exprés, que como su nombre lo indica, dura menos que un suspiro (te distraes tantito o se te complica la estacionada y te pierdes el sermón y el Padre Nuestro).

Todos salimos muy bendecidos a los 30 minutos y solo se quedaron los que hacían cola para contarle al sacerdote sus faltas. Me pregunto ¿qué habrán hecho?



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