Si pierde tu equipo favorito, pierdes tú, literal. En primera, serle fiel a “tu equipo” te da pertenencia. Creces gastando dinero, energía y tiempo en él. Y, como dice Marco Iacoboni, profesor de psiquiatría y ciencias bioconductuales en UCLA, “es difícil deshacerse de cualquier cosa que sea fundamental para nuestra identidad”.
No, no estás loco. Cuando ves a tus jugadores favoritos en acción sientes que estás dentro de la cancha por tus neuronas espejo. Gracias a ellas, puedes ponerte en los zapatos de otros y hacer tuyas las acciones y emociones del juego.
Un estudio del New England Journal of Medicine dice que el estrés que experimentan los fans durante los partidos aumenta el riesgo de tener ataques al corazón. De hecho, durante el Mundial de Alemania en 2016, se duplicó el número de emergencias cardiacas cuando jugaba este país.
Si tu equipo gana tu testosterona aumenta, lo que a su vez libera una mayor cantidad de dopamina que te hace sentir bien. Subconscientemente tu cuerpo quiere más, y aunque sepas que tu equipo es el mááás malo del mundo, seguirás esperando la siguiente temporada por esa dosis de alegría.
Pero como dicen, el amor de hoy marca la profundidad de las heridas de mañana. Mientras más grandes tus expectativas, más te dolerá cuando no se cumplan. Porque sí, perder activa la misma parte del cerebro que cuando sientes dolor físico.
Así que la pasión, la energía y la lealtad a tu equipo están muy bien mientras cuides tu salutt.
Por: María Milo.
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