Es normal que después de tomar una decisión impulsiva te arrepientas, que pienses que te precipitaste o que fue un error pero si tronaste con tu ahora ex, en especial si fue tu decisión, no te dejes convencer a ti mismo por esos sentimientos. Es normal que dudes de tus decisiones, lo que no es normal es que te pase tooodo el tiempo.
Empecemos por hablar de las tres formas en las que se terminan las relaciones, porque de esto dependen muchas cosas.
1. De común acuerdo
Evidentemente, es la menos común, pero es en la que uno dice, “fíjate que ya no deberíamos estar juntos” y el otro contesta: “fíjate que también pienso lo mismo”. Eso es muy poco común, es la forma más pací ca, pero la realidad es que casi nunca sucede y cuando pasa así de todos modos a veces extrañas, de todos modos hay dolor y añoranza. Eventualmente experimentas cierta liberación, porque ya sabías que la relación no era buena, pero siempre queda un gusanito.
2. Te dieron las gracias por participar
Porque se acabó el amor, porque te cacharon en la movida, porque el otro nada más no pudo contigo o a lo mejor solo te ghostearon. Aquí lo malo es que queda pululando el fantasma del rechazo y esa sensación de que perdiste el control. Obviamente te sientes humillado o culpable, también te sientes desechado. En este caso, o te pierdes en los porqués, o te pones muy maniaco y cambias todo el amor que tenías por odio hacia la persona porque estás enchilado y hablas mal del otro. En realidad, inconscientemente lo que estás tratando de hacer es denigrarlo para que su rechazo no tenga valor: entonces se convierte en “ese pelagatos”, “esa cualquiera”, “a mí no me importa que me rechacen esos”, “ese no vale nada”. También “odias” al otro para sentir que no perdiste tanto, para ponerlo al mismo nivel de humillación y rechazo que crees que tienes tú. Como sientes que te trataron como basura, tienes necesidad de tratar como basura al otro para que así se emparejen, lo malo es que eso que haces es emparejarte en el basurero, en lugar de hacerlo para arriba, tratas imaginariamente de emparejar al otro para abajo.
3. Tú decidiste tronar
Y es en este caso en el que nos vamos a concentrar para el tema del arrepentimiento. Tú solito decidiste que a esta relación era mejor ya cantarle las golondrinas y seguro tuviste tus razones. A lo mejor fue por un impulso y esto se da por varias motivos: porque cachas- te al otro en algo, porque te llenó el costal de piedras y dijiste “hasta aquí llegué” o tuvieron un pleito endemoniado, o más de uno. Tal vez hiciste berrinche, exhibiste a la persona, armaste un zafarrancho, le aventaste sus cosas a la calle, en n, que todo fue un gran display de enojo, de furia y de odio. Al haber sido de forma impulsiva, lo más probable es que te acabas arrepintiendo, porque finalmente lo hiciste desde el entripado y no desde la razón. Pero quizá fue por alguna otra razón más pensada o pesada, porque algo pasó entre ustedes, algo te hizo la otra persona y tú querías confiar pero no te ayudó a hacerlo. Y la última es que realmente lo estuviste pensando, lo evaluaste, buscaste la ayuda necesaria (fuiste con un terapeuta o hablaste con alguien que te pudo haber orientado) y ya tuviste conversaciones con tu pareja, total que ya intentaste de todo, fuiste a la confesión y a una limpia y nada más no le ves futuro a esa relación, entonces llegas a la conclusión de que lo mejor es terminar. Sea como sea, por impulso, por no poder volver a confiar o porque lo reflexionaste, tú terminas la relación y de pronto ¿qué crees? Que ya te estás arrepintiendo. Y a pesar de que tú fuiste quien tronaste la relación, puede ser que no solo te arrepientas sino que te duela cañón.
Lo primero, nadie empieza una relación con miras a terminarla, aunque sí sería sano con- siderar que cuando una relación empieza hay probabilidades de que pueda no funcionar. De hecho, para eso son las relaciones, y me refiero al proceso del noviazgo. Es un proceso para conocernos, para ver si aguanto, si funcionamos, si estamos bien y si en el noviazgo se da uno cuenta de que no congenia con esa persona y no es compatible, no tiene nada de malo decir, “no es esto lo que me imaginaba, no es esto lo que estoy necesitando”. Entonces, hay cosas que no combinan, hay personas que no combinan.
Dicho eso, no, nadie empieza una relación para terminarla y aunque sabías que po- día pasar y tú hayas tomado la decisión, pues duele, duele porque había amor y al terminar la relación no necesariamente se acaba todo el amor.
La mayoría de las relaciones no se terminan por falta de amor, sino porque no encuentran la manera de llevarse bien y duele justamente porque sabes que no todo fue malo, porque es una pérdida y cuando pierdes la relación, pierdes también la convivencia, las conversaciones, lo cotidiano, pierdes a quien te hacía tu té de manzanilla cuando te dolía la panza, quien te hacía piojito, tu sobadita de pies, lo pierdes todo con esa persona.
¡¿Cómo no quieren que duela?! Es normal extrañar todo eso. Además, pierdes el futuro que te imaginaste con esa persona y el estatus de ser la pareja de alguien o una persona que tiene pareja, es decir, ya habías conjurado la maldición del solterón y resulta peor porque te preguntan: “oye, mijita ¿y tu novio? Ese muchacho tan guapo, y tan bonita pareja que hacían”. Peor porque lo llenan de adjetivos que tú dices que no tiene: “tú haz lo que quieras pero a mí me parecía que de esos ya no hay”. Pero el que extrañes a alguien no significa que debas estar con él.
Cuando cortamos con alguien, se crea una memoria selectiva y tu cerebro (porque pasa en el cerebro, no en el corazón) se enfoca en recordar más los buenos momentos o los momentos no tan malos y eso hace parecer que la relación era maravillosa. Y claro, si nada más te acuerdas de eso, empiezas a pensar, “soy un imbécil, cómo deje ir una relación tan maravillosa”, se te olvida cómo te sentiste el día que te mentó la madre, cuando te puso el cuerno, el día que te dejó plantado, eso ya quedó sepultado en el pasado.
Esa memoria selectiva te hace creer que fuiste un imbécil. ¡Pero cuidado! El que extrañes a alguien no significa que debas regresar con ese alguien, no creas que el universo te está poniendo esa persona en tu memoria, que te la está trayendo al recuerdo del corazón para que regreses, ¡al contrario! El universo te está diciendo: “aguas, acuérdate, ahí vas de nuevo”. Recordar a la persona es normal, extrañarla es normal, pero deja de creer que el universo te quiere decir algo y oblígate a pensar en las razones por las que esa relación terminó.
Las consecuencias se hacen notar cuando llegas a la conclusión de que la relación no era buena, decidiste terminar y ya te estás arrepintiendo, y entonces vuelven. Y caes en una relación intermitente con esa persona, estabas, tronaste, como extrañas vuelves, como siguen fatal te vas, como vuelves a extrañar vuelves a volver, como siguen igual te vuelves a ir. Entonces vas, vienes, vas, vienes y a veces ni es cierto que extrañas a la persona, a veces ni es cierto que extrañas la relación completa… A veces lo que extrañas es el sexo, los abrazos, los besos, las comidas juntos, las conversaciones, a sus amigos, a lo mejor extrañas esas cosas que cualquiera te puede dar y juras que extrañas a la persona. Entonces ahí vas de regreso.
Si no entras en una relación intermitente puedes entrar en relaciones de rebote. Por ejemplo, si eres medio codependiente, de esos que “no pueden estar solos”, es probable que entres a otra relación y ese alguien ajeno acabe pagando los platos rotos. Entonces tu arrepentimiento acaba con el corazón roto de alguien ¡que no tiene nada que ver! Este es otro peligro porque vas a acabar lastimando a otra persona y yendo de una relación a otra y a otra porque no sabes ni lo que quieres.
Si terminaste una relación, sigues extrañando y te estás arrepintiendo, aguanta, no hay de otra. Resiste el impulso, al menos una semana, de buscarlo, de espiarlo, de hablarle, deja que pase un tiempito, para que no sea el impulso el que te regrese a ese lugar del que tú mismo decidiste salir.
Si no puedes tú solo ayúdate de amigos o busca apoyo profesional si sientes que estás en riesgo de recaída. Aguas con la idealización, ya dijimos que los recuerdos selectivos te hacen recordar una relación parcial y no la relación que fue en realidad. Haz un balance objetivo, de preferencia por escrito. Haz listas de las cosas buenas que había pero también de las razones por las que terminaste, no quiere decir que tenga que haber diez de un lado y diez del otro, a lo mejor hay tres contras que con todo y las cien cosas buenas te das cuenta que pesan mucho.
Y finalmente ocúpate de ti, piensa más en ti y trata de pensar menos en la otra persona. Lo peor sería que en este momento tanto tu ex como tú estuvieran haciendo exactamente la misma cosa: pensando en tu ex. ¿Qué quiero decir? Que lo peor sería que tú estuvieras pensando en tu ex y tu ex estuviera pensando en sí mismo. Entonces ¿quién está pensando en ti? Por eso lo mejor será que dediques más tiempo a atenderte, a invertirte y menos tiempo en tratar de recuperar aquel Santo Grial, aquel romance perdido que por alguna razón decidieron ustedes terminar. Conviértete en alguien con quien tú mismo quisieras estar. Y dale vuelta a la página.
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