Por Laura Rojas-Marcos
A partir de la idea de que el ser humano es un ser emocional, es de esperar que nuestro estado de ánimo fluctúe. Independientemente de que nuestras experiencias sean positivas o negativas, nuestras emociones cambian con más o menos frecuencia e intensidad, dependiendo principalmente de los siguientes factores:
› Nuestra forma de ser
› Nuestra forma de afrontar las adversidades
› Nuestro grado de salud y bienestar
› La calidad de las relaciones familiares y personales
› Los estresantes asociados al trabajo y nuestra economía
PERO, ¿CUÁL ES CUÁL?
En el campo de la salud emocional existen algunas diferencias fundamentales que nos ayudan a diferenciar entre la tristeza o la fatiga y una depresión. En primer lugar, la tristeza o la fatiga son estados de ánimo que todos podemos sentir en un momento dado, pero a diferencia de la depresión, la tristeza es pasajera, se puede identificar con un hecho o acontecimiento específico. Por ejemplo, podemos sentir tristeza tras la pérdida de un ser querido, o fatiga después de realizar una actividad al dedicar mucha energía y esfuerzo. Estas son res- puestas emocionales naturales e intrínsecas al ser humano. Sin embargo, una depresión es un trastorno del estado de ánimo. Es decir, una enfermedad de salud mental que se caracteriza por un conjunto de síntomas que incluyen un malestar emocional generalizado que a menudo no se asocian a una causa identificable y específica.
La persona que sufre de depresión generalmente presenta los siguientes síntomas:
› Abulia (falta de voluntad incluso para moverse)
› Anhedonia (incapacidad para experimentar placer)
› Apatía por las tareas más básicas cómo vestirse o asearse
› Falta de energía vital
› Falta de voluntad
› Viven cada día aislados, en un estado de pesimismo crónico
› A menudo sufren trastornos del sueño o de la alimentación
Por tanto, una persona que ha tenido una experiencia dolorosa o está pasando por un duelo y se siente triste, generalmente no necesita acudir a un profesional ya que el apoyo de amigos y familia, junto con una rutina y el paso del tiempo les ayuda a recuperarse. Insisto, en ocasiones la vuelta a la rutina y el apoyo de las personas cercanas puede ser suficiente para vol- ver a la normalidad, pero cuando se sufre una depresión sí es recomendable, e incluso necesario, acudir a un psicólogo o psiquiatra para tratarla. Generalmente ayudan el tratamiento farmacológico y la psicoterapia, así como los hábitos de vida saludable: por ejemplo, hacer ejercicio ayuda a aumentar los niveles de serotonina y oxitocina, lo mismo el comer bien y evitar el aislamiento.
FACTORES DE RIESGO
Aún no se sabe a ciencia cierta por qué a algunas personas les da y a otras no, algunos factores que pueden influir son:
genética: La depresión puede ser de familia y pasar de generación en generación, o incluso si un gemelo idéntico la padece, el otro tiene el 70% de posibilidades de que le dé
epigenética: El ambiente también puede afectar. Una persona que constantemente está expuesta a violencia, fue abandonada, abusada o maltratada, tiene más probabilidades de presentar depresión severa que alguien que la trae genéticamente pero vive en un ambiente de respeto y amor
bioquímica: Un desbalance químico en el cerebro puede causar que alguien sufra de depresión o presente ciertos síntomas que otras personas con depresión no presentan
personalidad: La gente con baja autoestima, la gente muy ansiosa o aquellos que son naturalmente pesimistas, son más propensos a caer en depresión
¿Cómo se trata la depresión?
Sorprendentemente, la depresión es una de las enfermedades mentales más tratables. Entre el 80 y 90% de quienes la sufren eventualmente responden bien al tratamiento y la mayoría, aunque no al cien, bajan sus síntomas.
Para dar un diagnóstico y eventual tratamiento, un profesional de la salud debe conducir una evaluación exhaustiva no solo de lo emocional sino también de lo físico. Porque pudiera ser que una depresión sea resultado de una de – ciencia vitamínica o alguna otra condición médica que, al solucionarse, elimine los síntomas de la depresión. Pero es necesario hacer estos estudios para poder descartar causas.
Medicina para el alma (y el cerebro)
Una vez que se conozcan las causas, podría ser necesario rece- tar antidepresivos o alguna otra medicina que ayude a mejorar la química cerebral. No se trata de tranquilizantes, sedan- tes o algo que te ponga súper feliz nada más así, en realidad son medicinas sin estimulantes, que no causan adicción y que lo único que hacen es ayudarte a equilibrar las sustancias que viven en tu cerebro. Pero esto no es algo que simplemente compras en la farmacia, son medicinas muy poderosas que solo deben ser recetadas y monitoreadas por psiquiatras.
Hablando se entiende la gente
Algunas depresiones no severas pueden no necesitar medicamentos, pero incluso si estás medicado necesitas ir a una terapia. Una de las más efectivas es la cognitivo conductual, que se enfoca en resolver problemas actuales de forma activa y no tanto de rumiar sobre qué te llevó a donde estás. Estas terapias pueden ser individuales y/o incluir a miembros de tu familia, pero todo dependerá de cada caso.
Sin una no existe la otra
Ya lo dijimos: la salud mental y la física se tratan igual, y de hecho, siempre al cuidar una, estás cuidando la otra. Una persona que trata bien a su cuerpo, que come bien, que duerme bien, es alguien que se quiere y se procura. No podemos esperar que si comemos chatarra, dormimos cuatro horas y somos sedentarios, estemos de buen humor, amando la vida y siendo unos fregones en la chamba.
Ir a terapia no es la única forma de cuidar tu salud mental. Tiene que haber una combinación de buenos hábitos, de consciencia, de alerta. Es como si vas al cardiólogo porque te sientes mal, además de una medicina, te va a pedir que cuides tu dieta, tu sueño y que hagas ejercicio, ¿no? Un profesional no puede solo. Entonces, empieza por hacerte responsable de todo lo que SÍ PUEDES y complementa con ayuda profesional si lo sientes necesario.
Si terminaste de leer esto es que reconoces la importancia de tener paz y salud mental y es algo que quieres lograr y ¿qué crees? Cualquier paso es el primero para empezar tu camino de sanación. ¡Ya empezaste!
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