miércoles, 17 de enero de 2018

El Factor Figueroa: La pareja mixta

Quiero empezar la columna con una frase que le robé a Martha Debayle (ignoro si es suya o es doble robo) pero dice así: “Este 2018 antes de empezar con el “soltar” y “dejar ir”, tratemos de no agarrar cualquier chingadera”. Dios, que bonito y que difícil.

Justo en eso estaba pensando cuando fui al cine -después de batallar dos días con sus mañanas y sus noches para conseguir boletos- a ver la película de Guillermo del Toro, que seguramente se llevará el Oscar.

Espero no matarle la sorpresa a los que no han visto “La forma del agua”, pero si espero a que todos los lectores vayan al cine, se me va la vida. Solo voy a decir que se trata de una mujer que se enamora de un ser extraño -ponle monstruo acuático- y pasa lo que tiene que pasar cuando una pareja se ilusiona y/o calienta. Intercambias miradas, compartes comida, pasas tiempo juntos, te comunicas un poco y, después, tienes sexo. Tarde que temprano.

Así como disfrutamos de la Bella y la Bestia bailando “fábula ancestral, que te hace suspirar…”, en The shape of water vemos a la pareja ‘mixta’ (jajaja, me dio risa) entregarse en el baño. Ahí donde los azulejos hacen su nido, la mujer toma la iniciativa y se abalanza sobre la criatura verde. No lo dejó decir ni ‘pío’.

Por supuesto, no estoy juzgando a la protagonista. ¿Quien soy yo para criticar que una mujer se enamore de un monstruo? Nadie. Es más, la entiendo perfecto, la valoro y la felicito porque hay momentos de sequía amorosa en la vida de las personas que prefieres relacionarte con lo que sea a estar sola. Estamos de acuerdo que la vida no es fácil y uno tiene que ingeniárselas ¿no? Ya luego cuando llegas a una edad comprendes que es mejor encontrar una pareja parecida a ti en lo básico, que andarle haciendo a la exótica pero, para entonces, ya la regaste.

En fin, la película es fantástica y te llena de ideas. La única parte que todavía me cuesta aceptar es la del intercambio físico. La del engranaje de las partes, cuando pones una pierna por aquí y la mano por allá, que si la chupadita, que si el beso. Perdón, pero me da curiosidad saber cómo funcionan exactamente las cosas y el cuate de la película parecía muy resbaloso. ¿De dónde te afianzas? ¿Cómo lo pepenas?

Mientras veía la película, comía palomitas doble sabor y resolvía las dudas que le entraban a mi hijo (soy súper multitasking), imaginaba cómo sería la vida con un amor así. Si lo ves por el lado amable -como debe verse la vida- puede tener ventajas.

Por ejemplo, practicar sexo con un ser lleno de escamas puede ser doble placer porque mientras intercambias pasión puedes exfoliarte de pies a cabeza. Gastarías más en comida, pero ahorrarías en ropa. Te trepas en el lomo de tu galán y no gastas en lancha (¡eso me encanta! ). Y lo más importante es que sería una pareja menos atractiva para las amigas que siempre te quieren quitar el novio. O no. A lo mejor les gusta el doble por diferente, con las malas mujeres nunca se sabe: ven monstruo y se les antoja el viaje.



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