viernes, 29 de junio de 2018

Heridas de la infancia: ¿cómo nacen?

Todos como adultos tenemos el mismo deseo de crecer, ser mejores y felices en la vida; pero qué sucede cuando parece que la nube de problemas y sufrimientos no deja de mojarnos en todo momento, y lo peor de todo es que ya ni recordamos en dónde o cuándo empezó esta tormenta…

¿Cómo nacen o se crean estas heridas?

Bueno quiero empezar desde cero para no hacernos bolas… Desde el momento de nuestra gestación, se da también el nacimiento de nuestro “temperamento” (propio y personal ya que es genético).

Nuestro temperamento así como el del resto de los animales se basa en dos vertientes (sistema binario) “dolor” y “placer”. Como animales nos jala la dirección de “el placer”, pero la evolución nos hace estar en constante búsqueda del aprendizaje y enseñanza.

Nos encanta huir del dolor, tanto físico como emocional, ya que tanto dolor nos conduce al sufrimiento, destrucción, muerte y extinción.

Pero el dolor es bien interesante, porque gracias a este se forma en nuestra mente un proceso evolutivo que tratará de evitar que llegue y/o nos haga daño (un mecanismo de defensa), y el mecanismo es: “la memoria y el tiempo”. 


¿Para qué sirve la memoria y el tiempo?

Es perfecta para identificar y reconocer lo que aprendimos o nos enseñaron.  El tiempo nos ayuda describir el pasado, presente y futuro, de esta manera anticiparnos al dolor.

Es así como la “inteligencia” que al interactuar e intentar adaptarse con el “entorno social” (mis padres en este caso) formará los “recuerdos”, (el resto de los animales sí tienen memoria pero no recuerdos, es por eso que no son ni resentidos, ni vengativos). Los recuerdos son como una película que nuestra mente tiene para recordarnos con lujo de detalle lo que ya pasó, para hacer cambios en el presente y poder adaptarnos mejor al futuro.

¡Ojo!… Los recuerdos son para aprender de ellos, no para vivir en ellos…

Pero para que los recuerdos salgan a jugar tiene que haber un estímulo que provoque, o mejor dicho se relacione con una emoción muy personal, entre más fuerte sea esta emoción, más fuerte y vivido será el recuerdo.

A diferencia de los otros animales nosotros sí podemos auto moderar nuestra manera de responder ante diferentes situaciones, y lo hacemos “recordando o inventando” información o estímulos para no empeorar las cosas (pensamientos de Análisis Reflexivos)

Es así como nuestra mente una vez que ya encontró la manera de cómo salir victorioso de los estímulos externos (Reforzamiento con placer positivo) puede crear y recordar un mecanismo siempre igual o estándar, que se ajuste y se adapte de manera muy similar a entornos o situaciones muy parecidas, dándonos con ésto un ahorro de tiempo en la respuesta y haciéndonos más asertivos y eficaces (cada vez que alguien me haga algo muy parecido, voy a responder siempre de la misma manera). A este mecanismo se le conoce como: “creencias”.

¡Ojo!… Para que una creencia sea funcional y no se convierta en una neurosis, debe de estar constantemente aprendiendo nuevas cosas y desplazando las que ya no utiliza.

El problema entonces es el resultado de lo que pienso y lo que hago con lo que “creo” que me está sucediendo; es decir, si “creo” que mis padres desde muy chico no me quisieron, me abandonaron y que a mis hermanos les dieron un trato diferente y mejor que a mí, entonces yo “creo” que debo de esforzarme para ser merecedor de un poco de amor, pero en el fondo “creo” que por más que lo intente siempre se terminarán yendo de mi lado; como lo hizo mi perro cuando se fue de la casa, o mi hermano mayor cuando se casó, o mi ex pareja cuando se dio cuenta de que me la pasaba quejándome y siendo negativo, o mi abuelita cuando murió, o cuando me corrieron del trabajo porque hubo recorte de personal, “todos al final se van y me dejan”.

Bueno eso es lo que yo “creo”…

 



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