lunes, 30 de septiembre de 2019

Lo que no soporto de estar casado con Martha Debayle

Por Juan Garibay, a.k.a. Spiderman

Si creen que ser el esposo de la mujer más famosa de la radio es fácil, están muy equivocados. Hay que vivir con prisa, pegado al teléfono y escuchar todo cien veces.

 

Después de siete años juntos, tengo que decir que Martha es la persona más increíble que he conocido, tiene el más grande corazón, es extraordinariamente generosa y maternal. ¡Además de que es un cuero! Literal fue amor a primera vista; desde que la conocí me impresionó lo directa que es. Pero eso de ser honesta y no andarse por las ramas a veces tiene su lado malo, cuando le pido un consejo o una opinión, no se tienta el corazón, y eso si me pela antes de la medianoche cuando, ¡por fin! suelta su teléfono. Así es la vida con una mujer que vive a mil por hora.

Su adicción al teléfono

Mi lenguaje del amor es el contacto físico y el tiempo de calidad. En el primero no hay problema, los dos somos súper encimosos, pero, ¿cómo vamos a tener tiempo de calidad si no puede estar sin su teléfono?

Trabajo: yo cuando salgo de trabajar, salgo de trabajar. Ella llega a la casa, se sienta y contesta los 372 correos que le llegaron en las últimas dos horas. Prepara el programa del día siguiente, revisa fotos de la revista, habla horas por teléfono con Rebeca Mangas, como si no hubieran estado juntas toda la mañana, y luego con el director de MMK, como si no hubieran estado juntos toda la tarde.

Redes sociales: cuando empezamos a salir vivía checando Twitter, ahora todo el día está en las redes sociales de moi, bbmundo, The Beauty Effect, y ¡obvio las suyas! Si algo no le parece, no importa qué hora sea, se arranca a mandarle mensajes sin parar a los responsables.

Compras en línea: TODO el día está viendo cosas: zapatos, ropa, cosas para la casa, lo que sea. Y cuando por fin acaba de trabajar y de ver todos los sitios online, quiere platicar, ¡a las 12 de la noche!

“Te voy a decir una cosa”

Martha no te da retroalimentación, te putea. En todo el sentido de la palabra. Le enseño algo y le pregunto qué opina y me lo dice sin contenerse. Su honestidad a veces puede ser devastadora, pero siempre tiene razón.

Su déficit de atención

Como siempre está en el teléfono, nunca me hace caso. Entonces le digo algo una o dos veces y luego me sale con que “eso nunca me lo dijiste”. Yo ya me resigné, y si a la segunda vez no me pela, no se lo vuelvo a decir porque ya sé que ni se va a acordar. No puede poner atención. Ella dice que es multitasker, pero cero. Mentira. NO es multitasker. Se tiene que enfocar en una sola cosa, y si se concentra, así explote el mundo, ni se entera, y a eso agréguenle que yo me aburro muy rápido y quiero cambiar de tema…

Nunca le ganas una discusión

En todo el tiempo que llevamos juntos no le he podido ganar una discusión. NI UNA. No solo porque es verbalmente muy articulada, sino también porque ¡me repite lo mismo ocho, nueve veces! Cambia la forma en que lo dice y cada vez termina con un “¿me estás entendiendo?”, le vale si le digo cinco veces que sí entendí, ella sigue y lo vuelve a repetir. Según ella le da nervio que si no lo explica 20 veces de 20 maneras diferentes no se va a entender, ¡como si no se dedicará a comunicar! Jajajaja.

No te aconseja, te ordena

Somos muy cómplices, nos pedimos consejos y nos platicamos todo. Pero la forma de

hacerlo es muy diferente. Pueden pasar dos cosas: si ella me cuenta de alguna bronca, yo le digo “mira, a lo mejor podrías intentar…”, súper tranquilo, y ya. Pero si yo tengo alguna junta difícil o importante, y le pido consejos, ella dice: “OK. Apunta. Le vas a decir lo siguiente… ¿Sí entendiste? A ver repítelo…”. Claro que yo lo repito con mis palabras y es: “Nooo, Juan, las palabras son muy importantes” y me lo vuelve a repetir. Y sí le hago mucho caso a lo que me dice, pero cuando pregunta cómo me fue –porque además le encanta el detalle– me regaña porque no dije las cosas exactamente como ella me dijo.

Siempre tiene prisa

Es imposible tomarte un café, un digestivo o un postrecito con ella sentada al lado. Todo el tiempo tiene que irse a lo que sigue. Entre el poco tiempo que le puede dedicar a una sola cosa y que tiene mil cosas que hacer, hay que vivir rápido para aguantarle el paso. Pero aún con todas sus locuras, vivir con ella es la más grande aventura y un placer.



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