Por: Cristina Constantini, Kareem Tabsch y Alex Fumero
El astrólogo más famoso de los noventa pasó a otro plano en 2019. Su forma de ser y de trabajar quedó escrita en la posteridad y es que con más de 50 años frente a las cámaras sabía cómo le gustaba trabajar.
Siempre in character
Walter era Walter desde que se despertaba hasta que se iba a dormir, no quería que nadie lo viera “sin su cara puesta”, a tal grado que cuando le llevaron al bebé de cinco semanas de su sobrina-nieta para conocerlo, no quiso salir hasta estar completamente maquillado. Necesitaba tener siempre el control de la situación…Y verse perfecto.
Era un negocio familiar
Detestaba los números y los negocios pero de algún lado tenía que salir el dinero para tanta capa y opulencia. Sus sobrinas, que eran también parte de su corporación, se encargaban de que el negocio fuera rentable. Como no le gustaba nada eso de leer papeles, acabó cediendo todos los derechos de su nombre a Guillermo Bakula y su empresa.
Para llegar a él…
Su mejor amigo y asistente, Willie Acosta, era quien ponía la mala cara cuando había que decir que no. El astrólogo era súper exigente pero siempre quería mostrarse sencillo (como si eso fuera posible) ante la gente, entonces entraba Willie para asegurarse de que todo estuviera perfecto. Si él no daba el OK, nada se podía hacer.
¿Inter qué?
Y es difícil hacer negocios en el siglo 21 cuando eres analfabeta del internet y las redes sociales. Aún así, se convirtió en protagonista de miles de memes y en ícono de los millennials que también lo admiraban por ser alguien tan anterior a ellos que decidió no etiquetar ni su orientación sexual ni la religiosa. Walter siempre difundió un mensaje de amor y fe sin centrarse en una sola religión.
Mil y una capas
Según él tenía más de mil, nosotros contamos unas 400, el truco es que las mandaba a hacer de doble vista. Por eso eran taaan pesadas, y esa es la única razón por la que no se las podía poner todos los días.
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