1. Te excluyes
Alguien que es emocionalmente inteligente sabe que la chamba está en la interacción con los otros, en cómo leemos lo que a ellos les pasa y en cómo reaccionamos a eso. En la forma de comunicarnos, de ser empáticos con el otro y en saber escucharlos.
2. Te enfureces rapidísimo
Lo más fácil siempre va a ser reaccionar, peeero por eso hay que tomarnos ese respiro, cerrar los ojos o salir a dar una vuelta antes del portazo, el grito o el reclamo. No es fácil, pero se va haciendo más fácil a medida que pasan los años. Madurar es, entre otras muchas cosas, enojarse menos.
3. No tienes relaciones sanas
La gente que acepta con sabiduría que hay relaciones que se rompen, que los amigos (algunos) no son para siempre, que el amor no siempre alcanza y que hay relaciones que se enfrían a lo largo del tiempo, ya la libró en la vida. Si hay drama, celos y desgaste en tus relaciones a estas alturas de la vida, sí aunque te cueste, es porque no has madurado lo suficiente.
4. No aceptas cuando te equivocas
Saber pedir perdón es un básico de inteligencia emocional. Los errores nos hacen humanos. Aceptar que nos equivocamos, que es normar y que todo el tiempo cometemos errores nos hace sensibles y compasivos con los otros. Y perdonarte por estos errores te hace capaz de perdonar.
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