O bueno pues, para que me entiendan mejor. Durante el día comer sano y balanceado como Barbie y por las noches atascarnos como Barney.
Neta, eso de traer al revesada el hambre no está nada bonito, uno llega a pensar que la fuerza de voluntad se va acabando conforme avanza el día y que al caer la noche se vale cambiar la dignidad por unos tacos de guisado con doble tortilla, para que valga la pena la claudicada. Aunque en algunos casos puede tratarse de un padecimiento conocido como Síndrome del Comedor Nocturno, el cual puede llegar a hacer que las personas se levanten de sus camas en modo sonámbulo para meterse tremendos atracones de comida y no enterarse de nada hasta que alguien más les cuenta lo que hacen. Pero ni vayan a empezar con que ustedes comen sonámbulos, porque eso solo pasa en el 1% de los casos. Así que apláquense.
Según los especialistas, las causas de este trastorno van desde las rutinas que provocan descontrol en los horarios de las comidas (pararse tarde, por ejemplo), las fregadas dietas, el estrés, la ansiedad y la depresión. Y lo peor de todo es la suma de estos factores hacen que uno termine triste, culpable irritable y gordo.
También conviene poner especial atención si por más de dos meses seguidos presentamos las siguientes señales de alerta:
– No tener hambre por las mañanas y aun así comer muy poco durante la comida.
– Sentir mucha más hambre por la tarde e ingerir después de las 5 pm la mayor cantidad de alimentos.
– Levantarse al menos una vez durante la noche a comer para poder dormir.
– Someterse constante mente a dietas para bajar de peso.
Por su parte, los especialistas en la materia de la Universidad de Yale hacen una recomendación muy practica para terminar con los atracones nocturnos. Su consejo es desestresarnos. Así de fácil, ya que aseguran que el estrés mental o ambiental del día a día puede provocar insomnio, aumento del apetito durante las noches y por lo tanto obesidad. Y uno ahí, estresándose pensando en cómo fregados dejar de tragar tanto en las noches. Mejor háganle como mi mamá, que ponía un espejo en el refrigerador para que le entrara la culpa al verse infraganti cometiendo el delito y así dejar de comer o bueno, por lo menos no comer tanto.
Sin embargo, los investigadores de la Universidad de Columbia salieron con que atascarse de comida durante la noche es parte de una estrategia evolutiva que ayudó a los humanos a almacenar grasa durante las noches cortas del verano y cuando la comida resultaba más abundante, preparando de este modo al cuerpo para los meses de invierno. Pues ahí les encargo que alguien le explique a nuestros cerebros que en el siglo XXI dormimos menos por la chamba y que lo de hoy es acumular varo, amigos, amor, experiencia; lo que sea ¡Pero grasa no!
Termina su columna y está convencido de que él sí es de los que come sonámbulo.
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