miércoles, 31 de mayo de 2017

El Factor Figueroa: Chaparrita

Mientras ustedes -lectores queridos- ponen cara de susto al conocer quién es el nuevo –ponle nueva- gobernador del Estado de México, yo estaré en kimono y comiendo sushi en el meritito Japón.

Pero antes de lanzarme a la aventura nipona, estaba leyendo que la candidata Josefina Vázquez Mota dice que le hubiera gustado ser más alta. Pues mira, ¡a mí también! Uy, que identificada me sentí. Por favor, no se rían. Seguro ustedes son personas súper afortunadas que miden más de un metro 60 y desde esa altura la vida se ve distinta. Créanme.

Cuando tienes que pararte de puntitas para rascarle apenas al 1.55 todo se convierte en una aventura. Además es una desgracia sin arreglo, porque te puedes poner unos taconazos del 15 (¡por favor no hablen de Salma Hayek!) o subirte a donde quieras, pero al final del día vuelves a ser lo que eres: una chaparrita.

La verdad, me emocionó saber que la candidata ha sufrido como yo (perdón, pero es horrible sufrir sola) los problemas de la poca estatura. Por ejemplo, eso de no alcanzar las estanterías altas en las tiendas, es tremendo porque le tienes que pedir a alguien, con tu cara de enana simpática “¿Me bajas ésa lata por favor…¡mil gracias!” y te ayuda, pero con risa interna burlona –a veces, también es externa-. O tener que usar ropa ‘petite’ (que cuando eres gorda tienes que buscar además “Petite Fat”, diseñada para la comodidad de los chaparros con obesidad). O la peor: tener que manejar como ‘Canuta’, casi estampada en el parabrisas, para alcanzar pedal, clutch y freno. Bueno, la verdad, a mí me parece divertido porque volteas a ver al copiloto y parece que viene en otro coche, por allá atrás (jajaja).

No saben cuántas cosas descubrí en la entrevista que me encontré de la señora Vázquez Mota. Fíjense, se enamoró perdidamente a los 15 años. ¡como yo! Claro, luego me volví a enamorar según yo a los 16, 17, 18, 19, 21, 22, 30, 31, 33, 35, 38, 39, 43, 44 y 45.

Pero Josefina, es mujer de un solo hombre y es cariñosísima con su pareja (qué suerte tú, porque dicen que en la chamba es muy ruda y los trae cortitos a todos). Bueno, ella cuenta que conoció a su Sergio en la edad de las ilusiones y desde entonces no se han separado.

¿No es precioso? Mínimo, es raro.

Ella se dedica a la política y él, al negocio de la masa y la tortilla que, a simple vista no parece, pero son mundos muy parecidos. Muy.

Y así como hay cosas que nos hermanan, hay detalles que nos separan muy grueso. Aclaro que me refiero a los asuntos frívolos, para que luego no se pongan a mandarle mensajes a la Jefa Debayle para acusarme.

En lo único que no comulgo con Josefina es una cosa, bueno, son tres. El gusto por los trajes sastre (aunque últimamente ya se decantó por la ropa ‘sport’), el botox (¡odio en Botox en cualquier cara!) y su pasión por el ejercicio.

Debo confesar que nunca he sentido ganas de “vamos a correr” o “vamos al gym”, basta con verme el cuerpo para saber que no miento. Eso sí, vivo en el octavo piso y cuando tiembla, tengo el récord de bajar a la calle en 40 segundos. Así que no entiendo el amor de Josefina por la escaladora, la elíptica y la caminadora.

Alguien me contó que cada vez que ‘la candidata’ tiene un vuelo de mediana duración pide que le llenen el avión de aparatos, ligas y mancuernas para ejercitarse. O sea, el piloto apenas va en ‘cruzando 10 mil pies’ y la panista ya lleva 3 mil abdominales.

Yo, sinceramente, prefiero comer cacahuates y ver las nubes muy a gusto. No sé, siento que se sufre menos.

¡Sayonara! Nos leemos pronto.



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