Pues parece que sobrevivimos a la Navidad. Al tráfico. Al acelere. A los cien compromisos con nuestros 3487 “mejores amigos”. A la posadera -en todos sentidos- A la tragadera. A la compra de pánico y, por supuesto, al pinche elfo
Uuuuf *suspira*
Ahora empieza la calma. Estos días post navidad y pre año nuevo me encantan. Son como un vacío en el tiempo de absoluta calma en donde ya nadie te busca, no hace falta correr por nada y puedes, simplemente, estar…
Con el año nuevo que se acerca, es inevitable no empezar a revisar el que termina: ¿Qué hicimos? ¿avanzamos? ¿resolvimos? ¿crecimos? ¿O nos pasamos el año haciéndonos mensos a nosotros mismos?
Para mí fue un año de crecimiento personal. Después de años de hacerme güey regresé a la terapia y, como siempre sucede en esos casos, me ha hecho enfrentarme a mi misma y a todos mis achaques mentales que tan bien guardaditos tenía yo en mi clóset cerebral. Es tremendo empezar a rascar y darte cuenta de la profundidad de los dolores, los rencores, los enojos, las enfermedades mentales y los patrones que traemos arrastrando y, al mismo tiempo, es increíblemente enriquecedor y delicioso poder soltar, acomodar, entender y sobre todo: avanzar, hacerte más grande que ellos y simplemente, crecer.
Es indispensable seguir invirtiendo en nosotros en forma de terapias, lecturas, conversaciones y cualquier experiencia que nos permita seguirnos descubriendo. El trabajo personal es muy celoso y no da vacaciones, basta que nos descuidemos tantito para que las chaquetas mentales se apropien de nuestra cabecita y nos desmadren todo lo avanzado. Hay que estar siempre a las vivas de nosotros mismos y tener a raya nuestras conductas dándole un latigazo a nuestras mañas cada que sea necesario y sintamos que se están desgobernando.
No hay nada, ¡nada! más satisfactorio que estar bien con uno mismo. Aprender a estar en paz sin importar que afuera esté ardiendo Troya es la mejor inversión que podemos hacer y lo ÚNICO que podemos controlar. Así que en lugar de estar pretendiendo que el mundo se amolde a nosotros y todo suceda como esperamos, les recomiendo ponerse a acomodar sus cajones mentales. Les aseguro que el mierdero que todos traemos es tal, que no van a tener tiempo de estarse metiendo en lo que no solo no les importa, sino que no les aporta absolutamente nada.
Mi otro gran tema este año fue ejercitar aquello de salirme de mi zona de confort y hacer cosas que jamás pensé que pudiera, ni mucho menos ¡quisiera hacer! Esto no fue planeado, simplemente, se me presentaron situaciones ante las que mi respuesta automática era: “obvio noooo” y sin embargo me escuché diciendo en voz alta “¡Va!”. Claro que un minuto después me quería matar y ni se diga al momento de cumplir algunas de ellas. Pero ¡lo logré! Subí los 600 escalones viendo al vacío, me trepé a un escenario a hablar en público -una de esas cosas que dije que jamás haría-, me aventé tres exitosos y grandes eventos en mi chamba, arranqué nuevos proyectos, decidí enfrentarme a mis demonios y trabajar en mí, entre otras cosas.
No hay una sola cosa que me arrepienta de haber hecho, al contrario, todas me revelaron un lado de mí que no solo no conocía, ¡me fascinó! Y todas serán, seguramente, parte de mi camino en el 2019 porque, como siempre sucede, romper esquemas abre nuevas posibilidades.
Me parece que mi principal objetivo para el año que viene es seguirme retando, empujando, observando y siendo la primera sorprendida de las cosas que puedo hacer y que nunca pensé. Especialmente quisiera, seguirme disfrutando.
Resulta que cuando uno se pone a mirarse, a escucharse y a trabajarse ¡se encuentra! y por lo menos en mi caso, ha sido una muy grata sorpresa recordarme que me caigo poca madre y que eso, es lo único que necesito y de lo cual, se deriva todo lo demás.
Estar bien con uno mismo es el ingrediente principal para poder colindar, cohabitar y compartir con todos los demás y para aceptar que con aquellos que todo eso no se da, no pasa nada, ellos se lo pierden.
Mi tercer asunto importante del año, y tal vez el más enriquecedor ha sido trabajar en agradecer y reconocer lo que sí hay. Lo que soy. Lo que es, lo que tengo y con quién estoy cada vez que es necesario. Reconocer y valorar lo que sucede, lo que nos llega, lo que se va y todo lo que nos rodea, es indispensable para apreciar, para dimensionar y el ingrediente principal para eso del trabajo personal.
El agradecimiento es un músculo que necesitamos ejercitar todos los días para fortalecer nuestras defensas, nuestra resiliencia, nuestra habilidad para estar en paz con nosotros -y por lo tanto con nuestro entorno- y por supuesto, para saber recibir todo lo que está por venir.
Así que gracias por este año. Gracias a ti por leerme. Gracias a los que comparten mis opiniones. Gracias a los que caminan conmigo, a los que me quieren y me dejan quererlos, a los que me regalaron su tiempo y su experiencia, a los que confiaron en mí para hacer cosas que nunca creí posibles, a los que escuchan mis intensidades y me patean los miedos, a los que me aterrizan, a los que ríen conmigo y se ríen de mí. Gracias al que sigue apostando por nosotros y me abraza, a los míos, a esa nueva amiga que la vida me regaló y que espero haya llegado para quedarse y a la otra que está desde siempre y con quien comparto los grandes pesares, los nuevos proyectos, los peores enojos y sobre todo las interminables carcajadas; a los que se alejaron, se acercaron, se fueron. A mis dos principales razones para sonreír y mis maestros honorarios del crecimiento personal y del amor en todas sus formas.
Gracias.
Creo que lo mejor siempre está por venir y que nada puede ser tan malo si nos vamos acompañando.
Deseo que sepamos sacar las cuentas de nuestro 2018 con honestidad y darnos a la tarea de comenzar el 2019 con la determinación de seguir construyéndonos y aportando para hacer un mundo mejor.
Aquí te espero 2019
Bring it on!
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