Por: Nancy Steinberg
Los problemas básicos
- Todos se sienten muy confundidos, sin referencias claras, por lo que tienen dificultad en sentir empatía por los sentimientos del otro. El nivel de crisis que manejan es muy alto: cuando están bien, están muy bien, pero si están mal, están fatal.
- Los adultos tienen enormes deseos de que la situación funcione, de manera que pierden espontaneidad y se tienen a sí mismos y a la pareja sistemáticamente bajo la lupa: como si caminaran sobre cascarones, a punto de meter la pata en todo momento.
- Hay pleito entre padres e hijos, por ejemplo, porque la mamá duerme con otro sujeto en donde dormía con el papá.
- Esta nueva familia, para los hijos, significa la ruptura definitiva de sus padres, situación terriblemente dolorosa. La boda de uno de los padres significa el fin de toda posibilidad de que sus padres vuelvan a estar juntos.
- Los hijos empiezan a manipular a los papás. Hay desobediencia y reto. Esto genera problemas con el cónyuge, llegan entonces reclamos tipo “controla a tus hijos”.
- Un alto porcentaje de segundos matrimonios se terminan por causa de los hijos; y ojo, que no dije por culpa de. En realidad, la situación de los niños en esta nueva relación no ha sido manejada adecuadamente.
- Los niños experimentan muchos sentimientos de abandono, se sienten traicionados y traidores, con una gran necesidad de mantener la familia de origen intacta.
- Celos entre los hijos en todas sus formas y colores: entre los hermanos, los medios hermanos, los hermanastros o “los hijos del novio de mi mamá”.
- Las dificultades son mayores cuando los hijos son mayores, como en todas las familias, la convivencia es muy difícil cuando hay hijos adolescentes: hijos pequeños problemas pequeños, hijos grandes problemas grandes.
- Tradicionalmente la familia compuesta tiene muy mala fama; en los cuentos, las madrastras son las malas de las películas y las hermanastras se asocian con abuso, bullying, etc. Por ejemplo: Cenicienta es una víctima, que ilustra los temas de soledad y orfandad en el seno de una familia compuesta.
- Las expectativas y exigencias que los adultos imponen en la nueva pareja son más altas que la primera vez y la tolerancia ante los errores es menor. La luna de miel acaba mucho más pronto y con mucho más dolor.
Tres mandamientos para que funcione
Platica con tu pareja
Cuando los problemas no son enfrentados no desaparecen, solo se posponen y, en algunos casos, empeoran. Anticipen los problemas que se podrían presentar, analicen las posibles soluciones. Necesitan reglas claras, si las reglas no son claras, los que pagan el precio son los niños. Nada de “ahí vamos viendo”.
Jamás le impongan a sus hijos el amor por su nueva pareja
Los enamorados son ustedes, y eso, seguramente, a sus hijos les vale. Así que hay que avanzar poco a poco, dejen que las cosas se den de manera natural y fluida. Toda relación afectiva necesita tiempo para cuajar. El cariño y respeto entre tus hijos y tu nueva pareja no se puede forzar y en el mejor de los casos necesita varios años para crecer.
Platiquen con los hijos
Ustedes tienen derecho a rehacer su vida. Es un error suponer que los niños pueden decidir por ustedes si deben o no tener una nueva pareja. Pero lo que sí es importante es cómo comunicar a los niños la decisión de casarse nuevamente. Permítanles participar en el establecimiento de una nueva rutina familiar, pidan su opinión acerca de las cosas que les harían sentirse mejor. En algunos casos puede ser necesario consultar a un especialista que puede ayudar a superar la crisis. Lo importante es que estén preparados para hacer todo lo que sea necesario y que su nueva familia funcione para todos.
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