A todos nos es familiar ese oscuro sentimiento que nos carcome por dentro: la maldita culpa. Y si hay alguien experto en usarla como método de chantaje son las mamás. Porque entre más estrecha es la relación tiene mejores efectos.
La culpa es una carga innecesaria por ser un sentimiento estéril, es decir, que no resuelve nada, y porque crea círculos destructivos (culpa-castigo-arrepentimiento-perdón-sometimiento) que terminan por desgastarnos.
¿Cómo funciona?
- Círculo vicioso. La culpa es tan dolorosa que hacemos lo que sea por eliminarla y adivina cuál es la forma más fácil de hacerlo… pues proyectando en los demás lo que nos hace sentir mal. ¿A poco no te has cachado haciendo sentir culpable a tu mamá?
- Nunca es suficiente. Es muy fácil sentirte enojado cada vez que escuchas la cantaleta chantajista, pero la verdad es que tu mamá ¡se siente culpable de hacerlo! Los provocadores de culpa son los primeros que la sufren, pero ya están tan acostumbrados a ese método cómodo de conseguir lo que quieren que no pueden parar.
La culpa tiene dos verdades importantes detrás: en el fondo su finalidad es saber que quieres y aceptas a esa persona. La segunda que, muy seguramente, tanto drama ni siquiera tiene que ver contigo y es una proyección de lo que siente o sintió por sus propios padres.
¿Culpable o responsable?
Si te sientes culpable no puedes elegir; las vivencias culpígenas son tan fuertes que se nubla tu capacidad de razonar y solo tienes dos alternativas de reacción:
1.Aceptas la culpa y actúas dócilmente hasta que te perdonan.
2.Te rebelas de manera impulsiva y acabas en berrinche total.
Cuando te haces responsable, alcanzas una función superior porque es una elección consciente. Se trata de decidir hasta dónde tomas o limitas las “peticiones” de tu mamá, o sea, sus chantajes, pues. Toma el control de la situación antes de que su relación se vuelva una pesadilla.
Aprende a lidiar con ella
Dile algo bueno
Aunque te reviente su actitud de víctima, para ella no habrá tiempo suficiente de pagarle todo lo que ha dado por ti, así que suéltale pagos chiquitos con la moneda de tu gratitud. Un comentario bonito vale más que mil culpas: “Má’, amo venir a comer a tu casa. Nadie hace cochinita como la tuya”. Si fue una mamá dedicada en cuerpo y alma a ti y tus hermanos, qué tal un: “Má’, neta no sé cómo le hacías para chambear, educar hijos y estar de buenas; ¡estás cañona!”.
Ponte en sus zapatos
Si ya sabes que se siente por cualquier cosa y no tiene pena de decirte que se va a morir sin ti, trata de explicarle que, aunque no estés con ella físicamente apapachándola tooodo el día, es importante en tu vida. Ya aprendimos que lo hace por validarse como una buena persona, así que, muy amorosamente, dale por su lado. Si el drama es que no vas a estar en Navidad… “Má’, este año me toca la cena con mis suegros, pero quiero llevar un platón de tus romeritos. ¿Por qué no vengo un día y me enseñas a prepararlos?”
Dejen de proyectarse
No jueguen a la papa caliente con la culpa y ¡dejen de proyectarse! Si se la viven creando culpas mutuas, jamás habrá paz entre ustedes. Piensa qué cosas te dan culpa a ti y empieza por reconocerlas y perdonarte; deja de chantajearte a ti mismo para que empieces a ponerle un alto a quien quiera convertir su miseria en culpa tuya. Por ejemplo: “Mamá, por favor no me reclames si no puedo venir diario a comer a tu casa, no tiene nada que ver con amor ni ganas de verte”.
Ya estás grande
No le cantes una y otra vez la lista de tus necesidades a tu mamá porque desde ahí le das entrada para que se tire al drama. Deja de reclamarle cosas que pasaron hace años, como: “Tú eres la que me dejaba todo el día con mis abuelos cuando iba al kínder”. Si empieza a atiborrarte de quejas, ponle un alto y explícale que “cada quien sus culpas”. En cuanto vea que eres capaz de respetarte y resolver tu vida, le va a bajar dos rayitas. Nadie tiene por qué repartir culpas en vez de ocuparse de sus asuntos.
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