Los amores actuales difícilmente durarán de por vida debido a un sinfín de razones que no vamos a especificar en este artículo. Lo que sí toca comprender es que, justo por eso, los ciudadanos del siglo XXI hemos de estar preparados para rupturas amorosas. Y ojo, saber “decir adiós” a un amor no es lo mismo que prepararnos para la devastación y anticipar la decepción. Duele terminar, sí, pero se puede crecer a partir de ese rompimiento.
Todo amor, todo buen amor, te debe haber dado tres cosas:
Alas para volar: conocer nuevos mundos, expandir los propios límites y acceder a conquistas que nosotros solos no hubiéramos vislumbrado.
Momentos de placer: disfrute de todos tipos -sexual, intelectual, emocional, social- y experiencia de paz y satisfacción.
La posibilidad de aprender de ti mismo: autoconocernos, crecer, fortalecer nuestro carácter, madurar, hacernos más autónomos, etc.
Indaga en la experiencia
Para reflexionar sobre los pequeños o grandes aprendizajes producto de nuestros rompimientos amorosos es importante empezar indagando en tu experiencia emocional a partir de algunas preguntas:
¿Qué piensas de tu ex?
¿Qué sientes cuando lo recuerdas?
¿Se lo presentarías a alguien que aprecias?
¿Experimentas al menos un poco de agradecimiento cuando piensas en la relación?
La inmediata experiencia emocional ante estas preguntas puede tanto sacarte una sonrisa como generar un dolor en el pecho, pero si va acompañada de una ola de paz y aceptación estás en el primer escalón para las lecciones que has aprendido sobre el amor, la vida, tu persona y la relación de pareja.
Después del caos
No hay duda de que después de un rompimiento, toda persona atraviesa un periodo de caos inicial y de ahí pasa por un proceso de duelo que puede ser de mayo o menor duración. Durante ese transcurrir, es normal sentirnos enojados, descolocados y desolados, pero pasado cierto tiempo, dependerá de nosotros mismos capitalizar esa experiencia y sacar lecciones que serán la plataforma de despegue para lo que nos resta por vivir. Descartando los casos de violencia y de abuso, que si bien pueden generar aprendizaje, valdría la pena librarnos de tal estrés postraumático con terapia, todo amor puede darnos lecciones de vida si hacemos nuestra tarea de reflexión y asimilación de las experiencias vividas.
Si te es difícil reflexionar o reconocer lo que aprendiste de tu ex, reflexiona sobre estos temas:
1. Conocimiento de aquello con lo que sí puedes lidiar y con lo que no puedes lidiar en una relación.
2. Creencias erróneas sobre el amor y la vida de pareja. Que el amor lo puede todo, que amar es no tener que pedir nada a cambio, que el amor implica compartir gustos, amistades, tiempos y hasta altibajos.
3. Descubrimiento de tus temores, traumas y carencias ancestrales que aparecen como fantasmas en la relación. ¿Celos? ¿Miedo al abandono? ¿Necesidad de control? ¿Miedo a la intimidad?
4. Aceptación y gusto por el propio cuerpo y la vida sexual. Uno de los intercambios más potentes para trabajar con y desde el cuerpo y la aceptación del placer se da en los intercambios con la pareja.
5. Conquista de algún reto en particular en compañía de ese ex. ¿Abrir un negocio? ¿Tener y criar hijos? ¿Terminar una maestría? ¿Liberarte de unos padres tóxicos? ¿Vivir en otro país para trabajar o estudiar?
6. Reconocimiento de nuevos mundos familiares y sociales. Las parejas aumentan nuestros intercambios sociales y nos permiten romper con patrones únicos de relación en la vida social y familiar. Incluirnos en nuevos contextos sociales y en nuestras nuevas familias políticas amplía nuestra visión de las relaciones humanas.
7. Aprender a pedir perdón por los errores cometidos, y a no pedir permiso, para vivir los valores descuidados.
8. Adquirir seguridad personal. Transitar una ruptura dará cuenta de nuestra capacidad para salir airoso de situaciones de dolor. Esto aporta una de las mayores conquistas que es el fortalecimiento del carácter a partir de la resiliencia que nos permite crear vínculos sociales fuertes, ejercitar la flexibilidad, aprender a ver lo bueno de lo malo, usar el optimismo, reconocer nuestros límites y aprender a poner límites a nosotros y a los demás.
9. Replantear nuestra ruta. Un quiebre amoroso deja espacios vacíos que se han de “redecorar” con “nuevo mobiliario”. Esto implica una actualización de quiénes somos y una reproyección de hacia dónde vamos. Generalmente esto nos obliga a repensar nuestros valores, nuestros objetivos y la brújula que orientará nuestra vida visualizando el futuro.
Tras leer estos 9 puntos, ¿surge en ti la claridad de algo que gracias a tu ex pudiste aprender?
A la buena, a la mala y a la nada…
Sería maravilloso que aprender de las relaciones pasadas siempre fuera fácil y rápido. Pero no hay duda que se aprende de muchas formas:
Por las buenas. Cuando la relación nos permitió logros importantes en el ámbito familiar, social, laboral y/o personal. Por ejemplo, terminamos una maestría juntos, consolidamos un negocio que nos dio un buen estilo de vida, tuvimos hijos y construimos una hermosa familia. Con las habilidades, competencias y conquistas que estas faenas conllevan, adquirimos una serie de conocimientos y herramientas para la vida que nos serán útiles para muchas experiencias más.
Por las malas. Cuando la relación nos llevó a volvernos rígidos y cerrarnos como forma de protección. Por ejemplo, al darnos cuenta de que no sirvió ceder en todo porque el resentimiento se apoderó de nosotros, o porque perdimos la confianza en las personas a punta de haber creído un sinfín de promesas porque nos decían que nos amaban. También el aprendizaje con demasiado sufrimiento cuando nos metimos en situaciones tóxicas o de abuso que generaron inmenso desgaste emocional, sino es que llegamos a recibir francas lastimaduras físicas o mentales. A veces se descubre que la violencia es mucho más que los golpes. A veces, cuando se depende económicamente de alguien, se aprende incluso a trabajar si nos dejan en la desprotección material.
¿No aprendimos nada? ¿Pero pooor? ¡Ojo! Esto puede pasar. Ocurre con más frecuencia cuando nos importa más justificar nuestro fracaso que asimilar y crecer de lo vivido. O porque más que crecer lo que queremos es difamar a quien nos lastimó. A veces el temor a ser juzgados detiene nuestros aprendizajes porque nos la pasamos dando explicaciones en vez de reflexionar sobre lo que pasó. Esto decanta en una incapacidad de ser autocríticos y de asumir responsabilidad de la propia vida. Y falta cuando regresamos de forma infantil a la sobreprotección materna, paterna o incluso de los propios hijos. Y por último, nunca se aprende nada cuando en principio no se acepta que aquella relación ya terminó.
Terminar un amor siempre duele, pero el dolor bien asimilado lleva, inevitablemente, a un crecimiento. Recuerda, por tanto, que el tiempo todo lo cura, ¡si la persona madura!
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