Hay preguntas que a veces preferiríamos no tener que responder, una de ellas es si estás OK con lo que tienes, con tu vida tal cual. Y es que muchas veces el responder que sí nos hace pensar que somos “mediocres” o “conformistas” y que eso nos hace unos perdedores. Esto también nos ha llevado a sentir que tenemos que trabajar más, tener más, dar más, siempre, siempre más para ser el empleado del mes, el papá del año o la mejor amiga. Y eso inevitablemente acaba en estrés, ansiedad y demás males modernos que solo nos llevan a mayores comparaciones.
NO ERES TÚ, ES EL MUNDO
La sociedad en la que vivimos constantemente nos bombardea en películas, redes sociales y medios de comunicación con imágenes ideales, y entre ellas nunca está la de una persona talla M, contenta con su chamba de medio pelo, que sale de vacaciones una vez al año, tiene una pareja medio gordita o con poco pelo y unos hijos normales con 8.3 de promedio y además, es feliz.
Porque eso no es bueno, no es aspiracional. Por lo tanto, si esa es tu vida, sientes que estás mal, que necesitas un mejor trabajo, una pareja más atractiva y unos hijos mejores. Este sentimiento de que tienes que ser extraordinario para merecer amor viene definitivamente de la infancia y afecta mííínimo al 20% de los que habitamos la Tierra.
VIENE DE ATRÁS
Empieza en la escuela, con el clásico “tienes que sacar buenas calificaciones en todas tus materias”. ¿Por? ¿En serio hay quien es buenísimo tocando la flauta, hablando francés, jugando basquetbol, nombrando todos los países del mundo y resolviendo derivadas? Ah, y que además lo invitan a todas las fiestas. Claro que no, es imposible por estadística.
Pero, ¿por qué nuestros papás nos pedían eso? Para cumplir con SUS propias expectativas, que ellos definitivamente no estaban cumpliendo y, por lo tanto, necesitaban que alguien las cumpliera por ellos. Y esta presión se queda ahí, guardada, sin dejarnos simplemente ser y disfrutar.
En los años 50, Donald Winnicott, un psicoanalista británico especializado en relaciones padre/hijo descubrió que nuestros ideales inalcanzables (y contraproducentes) de perfeccionismo tenían un origen muy claro: tenemos demasiada esperanza en todo. En tener una casa perfectamente limpia o unos hijos en las mejores escuelas, y que si no lo logras, has fracasado como padre.
APLICA PARA TODO
Lo más probable es que alguna vez has sentido que podrías tener (o ser) una mejor pareja o que el trabajo que haces no significa nada. Pero el lograr eso, mantener medianamente limpia tu casa, ser feliz con tu pareja a pesar de tantas dificultades, dormirte temprano o hacer bien esa chamba que consideras insignificante, requiere de muchas habilidades, nobleza, responsabilidad y mucho corazón.
¿Podrías tener un trabajo con mejor sueldo? ¡Claro! Pero eso no significa que lo que haces no vale nada. Levantarte todos los días, entregar tus reportes, asistir puntual a tus juntas sí significa algo. Si no, por qué alguien te pagaría un dinero por hacerlo. Puede que no explotes al máximo tu potencial, ni te vuelvas millonario o que a ratos sea aburridísimo, pero también pudieras conocer gente súper interesante o tener sentimientos de logro increíbles.
Y acuérdate de que no cualquiera lo puede hacer, alguien te escogió a ti para hacerlo. POR ALGO SERÁ. Volviendo a tu #pioresnada, obvio no sigues en el rush de la primera cita ni con las endorfinas a tope como en tu boda, probablemente no usen su cama más que pa’ dormir y tengan rachas en las que se pelean hasta por la basura, pero si una vez al día se ríen (aunque se estén burlando de sus hijos o se hayan mandado un meme), disfrutan comer juntos y no sufren por tonterías, es una buena relación. Y es suficiente.
Nadie tiene una relación perfecta, es más, eso ni existe y si existiera, no es lo mismo para unos y para otros. Y si tu pareja no es la más perfecta ni cumple con tooodas las características de tu checklist, pero estás a gusto y satisfecho, no necesitas nada más. Solo no dejes de echarle ganas.
ENTONCES ¿SOY PROMEDIO?
Seguramente sí. Y es un don. De hecho, los que puede ser que estén medio locos son los “extraordinarios”, que actúan en películas que cuestan cientos de millones de dólares, tienen empresas con miles de empleados y pintan cuadros que terminan en museos cien años después. Ellos, muy posiblemente, terminarán deprimidos, solos, consumidos por sus propios éxitos.
En cambio, si tú vives una vida “ordinaria” y estás contento con lo que tienes, puede que seas una súper estrella de las emociones, y el mundo necesita más de esos y no tantos locos que quieren ser famosos o su ser artístico no les permite otra cosa.
¿Y CÓMO LE HAGO?
Ahora sí, de lo que se trata no es de decir pues ya qué, esto me tocó y ni modo. Porque si queremos sentirnos realizados, de lo que se trata es de no compararnos con otros y de poner nuestros propios parámetros. No busques complacer a nadie más que a ti mismo.
Si buscamos puros premios externos, lo único que vamos a tener son decepciones o un colapso emocional. Y entre tus propios parámetros intenta cambiar tu versión de éxito de cuantitativa a cualitativa, o sea, busca calidad en tus interacciones y experiencias, más allá de cantidad. Y ríndete ante esta idea de ser promedio, porque paradójicamente puede ser que eso haga tu vida mucho más feliz y completa.
Sigue estos pasos, que te pueden demostrar que no necesitas mucho más de lo que ya tienes..
- Observa tu propia vida: pon atención a tu cuerpo y a tus sentimientos, si nunca estás satisfecho analiza el porqué y trata de mejorar lo que puedas, pero con lo que sí estás a gusto, aprécialo y cultívalo
- Analiza sobre qué tienes control: ya que lo sabes, manéjalo a tu favor, y sobre lo que no tienes forma de decidir, déjalo fluir
- Conócete bien: ¿eres quien realmente eres o lo que crees que otros necesitan de ti? Sé honesto tanto con los demás como contigo mismo, así sabrás qué te hace feliz y qué estás haciendo porque se supone que así debe de ser
- Acuérdate de que la perfección no existe: y algo que no existe es inalcanzable, así que no andes buscando alcanzar una idea que ni es tuya
- Analiza constantemente tus metas: lo que querías hace un año puede no ser ni cercano a lo que te interesa lograr hoy, las metas cambian igual que tú y es necesario estar analizando para cambiar estrategias
- Cambia lo que de plano no te guste: no te conformes con algo que te hace daño o te tiene miserable
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