martes, 13 de noviembre de 2018

El Factor Figueroa: Ahí viene Juan Gabriel

Ya sé, estoy loca. Pero cuento los minutos y las horas para que el hombre reaparezca.

Primero, porque no conozco a ningún resucitado y luego porque la noticia pondría de cabeza el mundo del espectáculo que, sinceramente, está muy aburrido.

También porque Juan Ga tenía (¿tiene?) un talento increíble y eso siempre se necesita en el mundo. Y luego, porque sería maravilloso que el hombre ‘que regresó del más allá’ les reclame a sus cercanos todo lo que han hecho con su memoria y fortuna.

No es la primera vez que alguien asegura que el divo de Ciudad Juárez no ha muerto. Ahora fue un ex publirelacionista y amigo -Joaquín Muñoz-, pero antes lo dijo Cepillín (no se rían, por fa) y debo confesar que yo les creo. Claro, en su momento nadie le hizo caso al pobre payasito de la tele, pero va a ser que decía la verdad.

Hoy, en esta columna recordaré algunas cosas de Juan Gabriel. ¡Por si reaparece!

¿Se acuerdan dónde estaban y qué hacían cuando escucharon: se murió Juan Gabriel? Yo sí, estaba comiendo sola una chile en nogada fantástico en un restaurante muy cotizado. Lo primero que pensé fue ¿qué hago, pido la cuenta y me salgo a llorar a la banqueta? O tomo las cosas con calma (tomé también un capuchino a su salud) y me pongo a investigar qué, quién, cómo, cuándo y por qué. Eso hice.

Cuando prendí la televisión, entre los comentaristas de noticias no sabían qué hacer o decir hasta que llegaron los expertos vestidos rarísimo, porque estaban de fin de semana: algunos de luto riguroso, otros en chanclas y unos más en ropa deportiva. Sí, fue muy extraño (parecían el grupo Village People).

Su funeral -‘homenaje’- en el Palacio de Bellas Artes ha sido el más concurrido de la historia, aunque ahí empezaron las sospechas y algunos juraron que la urna con los restos de Alberto Aguilera Valadez estaba vacía.

Una amiga muy cercana al ídolo de Juárez está segura que, mientras yo escribo esto, él está en algún lugar de la India en busca de iluminación, de recetas ayurvédicas, disfrutando de un amor o escondiéndose para no pagar impuestos (no exactamente en ese orden).

Otra cantante famosa y amiga íntima del divo, opina lo contrario y llora sin consuelo por no haber evitado el infarto de su mentor. Ella sabía desde hace años que a Juan Gabriel no le funcionaba nada en el cuerpo, solo el corazón.

Personalmente, lo conocí a los 11 años de edad y sin darme cuenta me convertí en una de sus intérpretes (como la Dúrcal, la Pantoja, Marc Anthony y Julión). No crean que además de escritora, fui una Shirley Temple o una niña folklórica (jajajaja, no), pero formé parte del famoso coro de “Las 100 voces” de los Hermanos Zavala y grabamos un disco LP con sus canciones más exitosas. Lástima que no tuve la visión de reconocer al que sería un mito: cuando nos presentaron en los estudios RCA Víctor le dije “mucho gusto señor” y seguí mi camino. Discúlpenme, era un pre-puberta.

Compositor claro y directo, comedor compulsivo de zanahorias y chocolates, vegetariano para unos, amante de las carnitas para otros, músico virtuoso, comprador de casas por impulso, decorador nato, fotógrafo creativo.

Según sus amigos más cercanos, Juan Gabriel era algunas veces raro y otras encantador. Generoso y controlador, dramático y divertido. Fuera de serie. Lo veían como un sabio, como un gurú musical, como un oráculo personal y seguían al pie de la letra sus consejos, porque “siempre tenía la razón”. Pocas veces se equivocaba. Era un amoroso tirano que decidía absolutamente todo. Desde los arreglos del show, hasta cómo debían vestirse o sentarse sus amigas. Dormía poco porque prefería usar las noches para trabajar. Dejaba entrar a los fans a su casa y hasta les ponía mesas con comida, para que disfrutaran como Dios manda.

Era quien marcaba los tiempos sobre cuándo y cómo reunirse con sus amigos o colaboradores y también cómo comunicarse. Sin teléfono, ni facebook, ni twitter, ni whatsapp. Bueno, teléfono sí tenía pero estaba destinado solo a sus seres queridos de primera línea.

Juan Gabriel era un genio, dentro y fuera del escenario.

Por eso, me alegra pensar que pronto aparecerá…¡y varios caerán muertos! Bueno, así es la vida de extraña.



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