miércoles, 28 de noviembre de 2018

El factor Figueroa: el récord de Luis Miguel

– En serio, señora Marthita, me dijo, todos gritaban y pedían que les regresaran su dinero. No había visto algo así durante todo el tiempo que llevo trabajando aquí.

El Auditorio tienen 66 años de existencia y por ahí han pasado todos los artistas importantes. Todos. Y aunque Timbiriche y Emmanuel y Mijares le pisan los talones, Luis Miguel es el artista con más presentaciones en toda la historia. Tiene el récord de conciertos (casi 250) y ahora, también de rechiflas. Eso sí: el Auditorio no sería el mismo sin Micky, ni Micky sin el Auditorio.

Cuentan los asistentes al concierto desastroso que Luis Miguel no cantaba, hacía muchas pausas, estaba de mal humor y otras cosas. Así que fui a verlo -al día siguiente- para dos puntos importantes: el primero, checar con mis propios ojos el nivel de tragedia y segundo, demostrarle mi apoyo. No sé, soy de las que creen que cuando tienes un amigo cantante y fracasa una noche, debes ir a verlo el siguiente concierto, pararte en primera fila y decirle como sea (palabras, señas o gritos) “¡Aquí estoy!”.

LM es un gran artista, así que rectificó lo de la noche anterior y cantó increíble. De hecho, cuando salió al escenario y saludó al público (sala llena a reventar), recibió una ovación larguísima y gritos de “te queremos Micky, te queremos”. Yo aplaudí mucho para cumplir con la misión de ‘reconfortar al amigo’ y él me echó la mirada de “¡Aquí estás!”.

En el asiento de junto estaba -el ahora asesor del presidente electo López Obrador- uno de los mejores amigos del cantante (yo digo que el mejor, pero ¿quién soy yo para decidir los amores ajenos?), me refiero a Miguel Alemán Magnani que pensó lo mismo que yo: ¡hay que ir! Si yo aplaudí, él me decía ‘quítate que ahí te voy’ y aplaudía más, gritaba más y tomaba más fotos. Les digo, es un amigazo.

Al día siguiente, cuando pasé mi crónica en los lugares de costumbre (o sea, en los programas en los que trabajo), mis compañeros trataban de convencerme de que no debía justificar a Luis Miguel. Casi gritaban “¡crucifíquenlo!”, pero yo no estoy muy de acuerdo con ese método, ya ven como terminó aquella vez.

Y yo cuando algo me gusta soy muy fiel. No me ciego, pero mantengo el cariño firme. Supongo que me parezco a los aficionados de futbol y creo que una mala noche (bueno, ponle 5 malas noches) las tiene cualquiera, sobre todo después de 88 muy buenas.

Así soy yo con Luis Miguel. En las buenas y en las malas. Cómplice y crítica. Suave como gaviota pero felina como una leona (jajaja). En serio, lo admiro mucho, confío en su talento y quisiera poder regalarle boletos nuevos a los decepcionados. Pero ni la vida ni el Auditorio Nacional funcionan así y cada uno tiene que aprender a lidiar con las desilusiones.

Personalmente, cada vez que escucho a Luis Miguel en vivo pienso que es una cantante fantástico.

Solo que a los muy grandes, a veces les suceden cosas y tienen errores de su tamaño, muy grandes. Como Cristiano Ronaldo que, en pleno mundial, falló un penaltie. Por supuesto, volví a verlo jugar y a aplaudirle. Es lo que los científicos llaman ‘la madurez amorosa’. Pues eso.



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