jueves, 28 de febrero de 2019

¿Te imaginas, Yalitza?

Estoy agotada ¿ustedes no? Siento que duró 5 años.

 

Siempre he tenido un amor particular por los cuentos que cuenta Cuarón y esta vez, no fue la excepción.

 

Lo que sí, confieso, me cansó un “poco” fue el desborde absoluto que el tema desató, con todas sus derivadas, que, para variar, como buenos mexicanos, nos azotamos para un lado ¡o para  el otro! Y que, muy personalmente me parece que nos hace perder la objetividad y nos quita espacio para realmente disfrutar las cosas como son.

 

Entre los que sacaron a relucir el más corriente de sus cobres, sus lados clasistas más obscuros y todos los prejuicios que traen en su mochilita emocional y los otros, los defensores y porristas universales y oficiales que rayaban en el fanatismo, ya al final, no había mucho para donde hacerse.

 

Para mí, el cine -que es una de mis más grandes pasiones y medio en el que tuve el inmenso placer de trabajar mucho años y de hecho, convivir con Cuarón una tarde de mi vida en el lanzamiento de Amores Perros que me tocó organizar y de la que él, probablemente,  no tiene el menor recuerdo- se trata de hacernos sentir algo: felicidad, tristeza, enojo, sollozos, indignación, carcajadas ¡cualquier cosa! mientras te mueva algo interiormente. No hay nada peor en el universo que perder dos horas de tu vida viendo un plomo que no te toca ni una sola fibra. Ese, es mi sensor personal para “calificar” una peli, incluyendo las veces que me parece horrenda, o terrible, o durísima: si me mueve y me hace sentir algo, aunque sea negativo,  es que cumplió su objetivo aunque a mí, personalmente, no me haya gustado.

 

Roma, hace todo eso perfectamente bien. La foto, pero la música, pero el sonido, pero la historia e incluso el ritmo -tan criticado por todos los que la odiaron porque “no pasa nada y es de hueva”- es una parte fundamental del cuento, porque habla de una época en la que la vida iba así: más despacio y nos ayuda a meternos completamente y pensar que, efectivamente, parecería que no pasa nada pero en realidad, pasan cabrón de cosas simultáneas en muchos niveles, como un circo de 4 pistas, idéntico que en la vida.

 

No es una peli pretenciosa. Es muy sutil y tremendamente engañosa, hay que rascarle y pasar de la historia superficial para poder desmenuzar a cada personaje en su propia realidad, que es canija, y luego, entender cómo se relaciona con todos los demás…les digo: idéntico que en la vida real.

 

Y de la parte técnica ni hablamos, es absolutamente espectacular de principio a fin.

 

Pero todo eso ya lo sabemos y estoy segura de que miles han hecho criticas y análisis infinitamente mejores al mío. A mí, me encantó y soy 100% team Roma, pero no manchen cómo me agotó el imparable tren del mame que afortunadamente, ayer se acabó.

 

Y justo por eso escribo esto ahora.

 

Porque mucho más allá de cualquier opinión, critica, premio o mérito de Roma -y todas sus derivadas- y de todo el revuelo alrededor, sí necesito decir que, para mí, lo más admirable de todo este cuento, es Yalitza.

 

Obvio porque le dio vida a la inolvidable Cleo y el fantástico trabajo que hizo sin una gota de experiencia. Sí. Pero sobre todo, porque esta mujer, se subió a una oportunidad que la vida le puso o mejor dicho: le aventó en la cara sin avisarle. Sin saber NADA del medio, del tema, del proceso, sin saber ni siquiera quién era el tal señor Cuarón, incluso sin querer hacerlo -y empujada por su hermana-… se aventó.

 

Y se aventó con todo como una profesional, como si hubiera nacido haciendo eso de dar entrevistas, salir en las revistas más chingonas del planeta como una diva, de estar en espectaculares, en programas de radio, de tele, en junkets, en conferencias…pfff ¡¿se imaginan?! La filmación fue solamente la primera salida extrema de su zona de confort, la probadita de una experiencia que, ¡estoy segura!: nunca, en sus sueños más locos ni guajiros, se imaginó.

 

Nadie, nunca, en ninguna parte del mundo, se imagina que algo así puede sucederle…

 

Y le sucedió.

 

¿Y qué hizo?

 

Creció. Se hizo del tamaño de las circunstancias y se salió de su zona de confort todas las veces que fue necesario.

 

Se engrandeció en cada uno de los retos que Roma le presentó. Me imagino que debe de haber estado muerta de miedo, de nervios, de inseguridades, de esos auto boicotcitos que TODOS nos hacemos y que TODOS sentimos cada vez que la vida nos avienta al vacío, sin importar dónde naciste, quién eres y cuánta experiencia tengas. Todos nos morimos de miedo enfrente de los retos culeros. Todos. ¡Vaya que el mismo Cuarón seguramente sufre por eso cada vez!

 

Ahora imagínense cuando eres un simple mortal, como tú y como yo, y de pronto, te conviertes en la sensación mundial.

 

El gran mérito de esta chava es ese, que la mujer, se echó el clavado completo, se fortaleció de cada experiencia y la usó para hacerlo cada vez mejor; se fajó los pantalones y caminó todas las alfombras rojas del mundo con una dignidad, una sonrisa y un aplomo de campeones.

 

¡Se la creyó! Y lo digo en el mejor de los sentidos: se creyó que ella era capaz de hacerlo todo y tuvo razón.

 

Lo hizo fantásticamente disfrutando cada parte del viaje y, agarrada de la mano de su inseparable Marina, viajó por el mundo representándonos orgullosamente.

 

Aquí, necesito hacer un paréntesis para ofrecer todo mi respeto y admiración a Marina por la majestuosidad con la que la cobijó, acompañó y compartió todo el camino sonriendo y emocionándose con ella; sin hablar por supuesto de su trabajo profesional a lo largo de toda su carrera ¡Qué nivel de compañera le tocó a Yalitza! -no cualquiera, y para muestra, bastan varios botones escribiendo peticiones en contra de la estrella del momento- Las mujeres necesitamos aprendernos a apoyar y a impulsar unas a otras, no a estarnos clavando cuchillos en la espalda. Chapeau Marina.

 

Yalitza nos dejó una clase profesional de serenidad, de valentía y de  pies en la tierra de esas, que tanto nos están haciendo falta.

 

Yo no sé qué le depare el destino a doña Yali, pero si sé que su principal aportación no fue en Roma. Fue en el corazón de todos los mexicanos que necesitamos más historias así, más ídolos reales, más gente que nos inspire. Que se atreva. Que rockeé y que nos recuerde que, en realidad, todo es posible…solo es cuestión de aventarse a la alberca y ya después, averiguar cómo chingados nadar y llegar a la otra orilla como un verdadero campeón.

 

Sí, arriésgate, esa es siempre la respuesta y es la moraleja de este cuento que tanto ¡tanto! nos dejó.

 

Gracias a cada uno de los involucrados y aplausos de pie Yalitza, de mí, para ti.

 

L’amargeitor

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