jueves, 21 de noviembre de 2019

Descubre cuál es el papel de tu vida

La sufrida, el fracasado, la amargada, el intenso, la histérica, el bueno, el malo. Todos actuamos un papel en la vida. Nadie nos hizo un guion ni nos dio indicaciones, más bien se fue armando sobre la marcha con nuestras experiencias y gracias a eso estamos donde estamos.

Cada uno es el protagonista de su propia película y de cada uno depende que sea un peliculón para quitarse el sombrero o un churrazo infumable que te deja con las ganas de incendiar la sala.

¿Qué hay que hacer? Tomar nuestro script, diseñar con pelos y señales el personaje que queremos ser y hacer lo que sea necesario para entrar en el papel. Diseñar y pulir tu papel te da la estructura para poder enfrentar lo que te pase. Justo eso vamos a hacer, pero antes hay que entender por qué estamos como estamos. Desde niños, todo lo que vemos, oímos y vivimos empieza a definir nuestra forma de vernos y de ver el mundo. Aprendemos a tomar y a asignar roles. De algún modo, la gente que nos rodea -papás, hermanos, maestros, amigos- nos van programando.

¿Te acuerdas de cuando eras niño y estabas convencido de que podías ser lo que quisieras: presidente, policía o tortuga ninja? Luego algo pasa, alguien dice algo (que no puedes, que eres un teto) y nos lo creemos.

De niños no tenemos las herramientas necesarias para entender todo lo que sentimos y lo que escuchamos. Un niño interioriza las críticas enteritas y sin digerir. Imagina que tienes cinco o seis años, estás comiendo con la familia, te paras, agarras la jarra del agua para servirte un poco, pero se te cae. Tu papá te dice: “eres un tarado, mira lo que hiciste”. Tu hermano mayor se empieza a reír, tu mamá pone cara de pánico y tú te sientes chinche. ¿Tu conclusión? Si me siento tonto soy tonto. Si me siento culpable, seguro hice algo malo.

Y así vamos creciendo y acumulando ideas no necesariamente ciertas, que se convierten en un filtro a través del cual vemos el mundo. Claro, muchas personas crecen y desarrollan creencias que construyen cosas positivas como: autoconfianza, productividad, seguridad, buenas relaciones, pero muchas otras crecen con una imagen personal pobre y la autoestima en el piso.

Y como el cerebro construye patrones de comportamiento con base a tu comportamiento previo, poco a poco, tus acciones moldean tu realidad. Si algo te da miedo, tu cerebro se encarga de reforzar ese comportamiento, porque una de sus funciones primarias es mantenerte vivo, si recibe la señal de que hay peligro, se pone a chambear para que lo evites.

Entonces hoy tenemos gente inconforme, deprimida y que se siente atorada porque actúa un viejo script que le dice que es inadecuada, mala, insignificante, perdedora, fracasada, etc. ¿Por qué nos pasa eso? Porque esas ideas están amarradas a emociones muy fuertes que nos hacen sentirlas como ciertas.

Camino perdido

Al ir creciendo, las necesidades, los compromisos, los deseos de encajar y el entorno nos van alejando de nuestras pasiones. Por ahí de los 16 o 17 años, casi, casi nos obligan a elegir una carrera que va a marcar nuestros siguientes 20, 30, 40 años de vida.

La verdad yo confieso que hasta los 36 años supe qué quería hacer, supe descubrir mi vocación, para qué era bueno, mis habilidades, lo que me apasionaba y con lo que podía tener impacto a través de lo que hacía.

Muchos de los roles que aceptamos en la vida son por la fantasía de necesidades (la casota, el carrazo y el departamento en la playa) o por el deseo de sentirnos aprobados. Por ejemplo, muchos hombres y mujeres, con tal de demostrarle a su papá que son capaces de hacer algo y que son “dignos” de su amor y de ser admirados, aceptan papeles que no les satisfacen de corazón, cuerpo y mente. ¿Cuántos no estudiamos algo por la presión de nuestros papás o porque nuestros amigos estaban ahí?

Al salir de la universidad entramos a una empresa en la que nos cambian hasta la forma de hablar, de vestir, de actuar. Nos dictan lo que podemos ganar y el tiempo que tiene que pasar para que nos den una promoción. Nos definen los horarios, los hábitos y, vamos, hasta la comida. Cuando no tienes claro qué es lo que quieres y cómo lo vas a conseguir, es muy probable que termines flotando con la corriente para luego darte cuenta que no eres feliz y que no estás haciendo lo que te llena, pero como también nos programaron para tener terror de reconocer que nos equivocamos, pues nos aguantamos.

Las claves para hacer el papel de tu vida

  • Necesitas un plan antes de pretender cambiar, si no es como construir una casa sin planos.
  • La costumbre es necia y uno no rompe sus patrones de la noche a la mañana: repite, repite y repite.
  • Siempre cuestiona tus suposiciones y tus límites.
  • Practica hasta que te salga natural.
  • Todo cambio permanente toma tiempo y paciencia.
  • Todo lo que has aprendido puede ser cambiado por algo mejor.
  • Razonar desde las emociones es uno de los mayores obstáculos para el cambio personal.
  • Si sentimos algo, creemos que es verdad, pero un sentimiento es solo eso: feelings are not facts.
  • No hay nada escrito en piedra y se vale cambiar, enmendar y corregir las veces que sea necesario.
  • Puedes actuar porque ya lo estás haciendo, pero con un guion viejo y malo.
  • Monitorea tu progreso. Haz un diario, el chiste es tener un registro de lo que hiciste y lo que lograste: te sirve para corregir tu plan.
  • Reconócete. Así como te azotas cuando algo no te sale, date palmaditas en la espalda cuando algo va bien.
  • Prepárate para la resistencia, tuya y de los que te rodean. A todos nos da pavor el cambio.

RECUERDA LA FRASE: “NO PRACTIQUES HASTA QUE TE SALGA BIEN, PRACTICA HASTA QUE NO TE PUEDA SALIR MAL”. 



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