Empecemos por el principio: a este comportamiento también se le conoce como “Síndrome de Wendy”. Sí, la de Peter Pan. ¿Qué hacía Wendy? ¿Te acuerdas? Cuidar a sus hermanos, a Peter y a todos los demás niños perdidos de Nunca Jamás. ¡Cuánta dedicación, cariño y bondad! ¿verdad? ¡Pero está mal! Cuando te portas así con tu pareja, no dejas que se haga cargo de las responsabilidades que le tocan, fomentas una actitud infantil de su parte y lo haces sentir frustrado. ¿Qué ganas con esto? Mucho: te da una sensación de control y de ser indispensable. Pero tiene consecuencias graves. Por ejemplo, que la vida sexual se vaya por el caño.
Nadie quiere tener ondas con su mamá. Ni con una persona regañona, controladora, encimosa, castrante y sobreprotectora. Si adoptas este rol, tu pareja te deja de ver como mujer y el sexo se vuelve obligatorio y aburrido o de plano nulo. Si esto llega a los extremos, el vínculo termina por tronar y él sale corriendo de semejante asfixia. Alguien que se siente regañado todo el tiempo, ene el fondo está frustrado porque no lo respetan.
Portarte como mamá de tus hijos es una cosa. Los niños necesitan límites y aprender a respetarlos, pero un adulto -idealmente- ya conoce los límites y tiene que ser responsable de sus decisiones, elecciones y de cómo lleva su vida. Si no lo es, pues no lo es y a regaños no lo vas a cambiar. Pero, seamos honestas, más de una vez y en distintos niveles, hemos querido educar a nuestra pareja. No te sientas mal, no tiene que ver -forzosamente- con que creas que es un incompetente o incapaz de hacer tal o cual cosa. Es un tema mucho más emocional por parte de nuestra, viene -generalmente- de una necesidad de control y de querer que las cosas salgan a nuestra forma.
Tal vez justificas que eres así porque él es un “niño grandote”, pero curiosamente la gente responde a la forma en que es tratada. Si lo tratas como niño, seguramente cada día asume más ese papel, y en el fondo sabes que tanta regañadera no sirve, porque las cosas siguen iguales y cada vez lo encuentras menos sexy.
¡DEJA DE HACERLO!
Sara Hagmann, escritora estadounidense, tiene un artículo llamado “Cómo dejar de ser la madre de tu esposo” y nos propone lo siguiente para lograrlo:
1. No más regaños
Déjalos para los hijos -si los tienes-. Cada vez que lo regañas, el mensaje que recibe es que crees que es un tarado. Todas, alguna vez, nos dijimos que jamás andaríamos recogiendo los calzones de nadie, pero un día nos cachamos haciéndolo y diciendo cosas como: “no sé que harías sin mí” o “no te preocupes, yo me encargo”. Mejor empieza por algo así como: “amor, la próxima vez, podrías por favor…”. La idea es poner las cosas en claro y hacer acuerdos que ambos puedan y quieran cumplir. Para tener resultados de adultos hay que portarse como tales.
2. Olvida las frases maternas
Decir “Ay, pobrecito mi bebé” cuando le duele algo, es de mamá y no de esposa. Si no lo tratas como adulto, terminará buscando a alguien que sí. Si le vas a apagar la tele y decirle que es hora de dormir, que sea porque tienes algo planeado en la cama.
3. No hagas de más
Si tienen divididas las tareas de la casa, no hagas lo que le toca. Acabar agotada, sin ganas de nada y reclamándole día tras día todo lo que no hace o hace mal, no te llevará a ningún lado. Si no logran llegar a acuerdos, tal vez es momento de buscar ayuda profesional, pero acuérdate que no todo es negociable en una relación.
4. Toma tiempo para ti
Cuando notes que tu atención está MUY puesta en él, date un momento para ti y date cuenta que muchas veces resolver su vida es más fácil que hacerte cargo de la tuya, hazte responsable de lo tuyo y suelta lo que no te toca resolver.
5. Maneja tus emociones como adulta
Entendemos, es fácil sentirte frustrada cuando tu pareja no hace lo que le pediste, pero su descuido, no justifica tu reacción. Si quieres que él deje de ser un niño, deja de reaccionar como una niña berrinchuda y dile lo que sientes.
¡No te azotes!
Si te das cuenta que tienes alguno de estos rasgos, si eres mujer y te educaron dentro de los estereotipos tradicionales, es muy probable que tengas algo de mamá de tu pareja. El primer paso, como siempre, es notar las cosas que haces y para qué lo haces. Tal vez, solo actúas así porque crees que es lo mejor y porque así te dijeron que tenía que ser. Hoy tienes nuevas herramientas para hacer algo distinto y para cacharte cuando caigas en el automático. Trabaja contigo, con tu tolerancia, tu balance y tu seguridad. Recuerda que si 100 veces caes, 100 veces puedes echar reversa y corregir el camino. Para hacerlo más fácil, que tu nuevo mantra sea: “no soy su mamá, soy su esposa”.
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