martes, 12 de noviembre de 2019

Identifica los tipos de culpa para que puedas dejar de sentirla

Por Susan Krauss-Whitbourne

La culpa es una emoción que las personas experimentan porque están convencidas de que le hicieron daño o lastimaron a alguien, sea o no verdad. La gente que experimenta culpa de manera crónica tiende a malinterpretar lo que le pasa sin cuestionar la lógica de sus conclusiones, hundiéndose en un proceso mental de catastrofización (pensar lo peor de todo) o sobregeneralización (creer que si una cosa mala pasa, todo lo demás va a estar mal). ¿CÓMO TE ARRUINA? 

La culpa nos ha ayudado a adaptarnos como especie, a ser más empáticos con otras personas y a regular ciertas emociones como ira y agresión, además de ayudarnos a controlar conductas autodestructivas y prestar atención a lo que los demás necesitan. Digamos que, en justa medida, es una herramienta de socialización que nos incentiva a ser mejores personas. Pero no controlarla nos lleva a… 

  • Ser incapaces de disfrutar 
  • Tener problemas de intimidad 
  • Crear barreras con otras personas 
  • Sentirnos incompletos o insatisfechos en cada aspecto de la vida 
  • Crear resentimiento en la gente que nos rodea por estarle pasando nuestras culpas 
  • Reducir nuestras posibilidades de crecimiento y éxito. 

NO TODAS SON IGUALES 

Hay de culpas a culpas, algunas más graves que otras, y unas más difíciles de identificar. Saber de qué pie cojeas te puede ayudar a evitar caer en sus garras. Para librarnos de una culpa tenemos que saber de dónde viene. 

  1. Por algo que sí hiciste

La más obvia de todas es que en realidad hayas hecho algo que lastimó física, psicológica o emocionalmente a otros. También incluye la que sientes cuando violas tus propios códigos éticos o morales (engañar, mentir, robar) o no cumples una promesa a otros o a ti mismo (no volver a tomar, apostar o ser infiel). Aquí no hay duda de que el comportamiento pasó. Sálvate: es normal sentirse culpable y tener remordimiento cuando hiciste algo mal (si no lo sintieras, estarías bien cerquita de ser un psicópata). El problema viene cuando eres incapaz de dejar ir el tema. Lo mejor es aceptar el hecho de que lo hiciste, discúlpate con las personas que lastimaste y haz todo lo que esté en tus manos para que te perdonen. Y, por amor de Dios, evita cometer el mismo error en el futuro. 

  1. Por algo que no has hecho, pero quieres hacer

Estás pensando en hacer algo que sabes que no deberías, por ejemplo, ponerle el cuerno a tu pareja. O sea, aún no lo has hecho, pero te la pasas pensando en eso. Esta culpa es de las más complicadas de controlar, porque implica lidiar con el deseo y, aunque muchos echan mano de dos mecanismos de defensa, reprimiendo (donde detienes el deseo) o negando (donde ni siquiera te das cuenta), ninguno resuelve nada porque pelearte con tus sentimientos a la larga trae más infelicidad que culpa. 

Sálvate: en vez de guardar esos sentimientos/pensamientos bajo el colchón, acéptalos y trabaja con ellos desde un esfuerzo consciente. Aplica los pasos de la terapia de aceptación y compromiso: 1) reconoce que tienes esos pensamientos, 2) acepta que son parte de quien eres actualmente y 3) comprométete a cambiar tu comportamiento para no ceder ante ellos. 

  1. Por algo que crees que hiciste

Aunque no lo creas, namás de pensar que hiciste algo malo puedes experimentar la misma cantidad de culpa que si sí lo hubieras hecho, o hasta más. Hay gente que cree que puede “maldecir” o hacer que le pase algo malo a alguien con solo desearlo, y eso lo único que demuestra es un egocentrismo brutal, porque creemos que nuestras acciones influyen en la vida de los demás como si fuéramos el centro de su universo. 

Sálvate: antes de acusarte por cosas que no hiciste, pregúntate qué pasó realmente. Si estás distorsionando los eventos para hacerte ver más culpable de lo que eres, es momento de que aceptes que no eres todopoderoso. Ten personas de confianza que te puedan hablar directo y te ayuden a ver las cosas de forma objetiva. Además, pregúntate por qué lo haces, parece que te uuurge una buena dosis de terapia. 

  1. Por no haber hecho lo suficiente por alguien

Quizá una persona cercana a ti se enfermó, perdió algo o a alguien y tú crees que pudiste haber hecho más por él, aunque hayas dedicado todo tu tiempo libre y hasta recursos a ayudarlo. Como la culpa te carcome, buscas desesperadamente ayudarlo como sea, aunque eso te desgaste. Esto se llama burnout o fatiga de la compasión. Entonces, además de estar emocionalmente desgastado, le sumas la culpa porque crees que podrías estar haciendo más y te acabas. 

Sálvate: puedes decidir continuar o no haciendo sacrificios para ayudar a esas personas que crees que defraudaste, pero es importante separar tu deseo de ayudar de la culpa que te va a dar si no haces nada. Actuar desde la culpa te puede drenar y hacerte menos efectivo a la hora de ayudar. 

  1. Culpa por estar mejor/tener más que otros

En la moi 49 te hablamos de la culpa del sobreviviente, esa que sienten las personas que sobrevivieron a situaciones como la muerte, enfermedades, un recorte de personal. Pero esta también aplica para personas que se sienten mal por tener más que otros. Aquí entra esa culpita que sientes por haber tenido oportunidades que otros no, como viajar o estudiar en escuelas privadas. Esto puede llevarte al autosaboteo y a no disfrutar lo que has conseguido. Sálvate: la única forma de curarte es estar orgulloso de tus logros y ser agradecido por las oportunidades que te han llegado, sin importar de dónde vienen. Recuerda también que quienes te rodean no te tienen envidia y, si sí, es asunto de ellos, no tuyo. Por muy duro que sea, tu fracaso no hará que otros triunfen. Reconoce que cada quien se enfrenta a los retos que la vida le pone y lo único que puedes hacer es acompañar a alguien, si lo cargas jamás va a aprender a caminar. 

  1. LA CULPA SOBRE LA CULPA

¡Es cuando nos atormentamos por sentir culpa por algo! Es el colmo de los colmos, como cuando te autoflagelas por la culpa que te dio haberte pasado todas tus vacaciones pensando en el reporte que no pudiste entregar en vez de disfrutar, pero no disfrutaste por estar pensando en eso. Se cataloga como una metaemoción, un sentimiento secundario que ocurre en respuesta a una emoción primaria, y se desencadena por poner atención de más a nuestro estado emocional. Ahora sí te toca poner a trabajar tu mente racional: repite que te mereces estas vacaciones y puedes terminar lo que sea cuando regreses, desde la playa no hay mucho qué hacer, ¿no crees? 

Sálvate: la clave para que no te afecte es separar el sentimiento secundario de culpa de la emoción original. La próxima vez que sientas culpa, pregúntate: ¿Me siento culpable por sentirme frustrado de alguna manera? ¿Me siento así porque estoy decepcionado de mí mismo? Ser capaz de identificar que es algo secundario puede reducir su ocurrencia.



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