Es obvio que un victimista no necesita a otro que juegue el mismo papel, sino a alguien que lo rescate o lo castigue, para justificar un estado de victimización perpetuo.
SI ESTÁS CON ALGUIEN QUE SE HACE LA VÍCTIMA: checa qué papel juegas tú en esta trama macabra. Si eres rescatador empieza a dejar poco a poco que tu pareja se haga cargo de sus propios asuntos. Es muy tentador sentirse indispensable, pero recuerda que estás contribuyendo a su “discapacidad emocional”. Si eres persecutor, date cuenta que tus exigencias y tus regaños solo empeoran las cosas. No dejes de decirle que necesita ayuda, pero no lo hagas echándole la culpa de su estado. Mejor acompaña a tu pareja a buscar ayuda y, si de momento no quiere ir, ve tú para que te ayuden a entender cómo dejar de jugar al “papá” o “mamá” regañones.
¿Y SI SOY YO?
IDENTIFICA ANTE QUÉ SITUACIONES O CON QUIÉN ASUMES UN ROL DE VÍCTIMA. ¿Con quién te quejas más? ¿De quién buscas más compasión? ¿A quién acudes para contarle algo “malo” que te hicieron? ¿Dónde te sientes más víctima, en la oficina, en tu casa, con tus papás?
PREGÚNTATE “¿QUIERO VIVIR ESE ROL?” Si tu respuesta es sí, entonces disfruta tu actuación, considerando las consecuencias. ¿No? Entonces, comprométete y cambia.
CAMBIA EL CHIP. Recuerda que el cambio no significa que debas modificar a los demás, significa que TÚ decidas responder de forma diferente ante un estímulo, logrando más tranquilidad y, sobre todo, menos toxicidad emocional. Tal vez tu jefe sigue hablándote igual de golpeado, pero tú decides si respondes con una sonrisa en vez de quejarte con el primero que se te ponga enfrente.
¡CAMBIA! Reflexiona si hay algo que debas cambiar y sé valiente para ajustar lo que debas. A la mayoría de las personas nos gusta estar con gente positiva y alegre, y esto no significa que vayamos por la vida negando nuestros problemas, sino que tengamos una actitud de aceptación y responsabilidad ante ella.
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