Durante años, los pacientes con depresión, ansiedad, ataques de pánico y otros padecimientos han tenido que vivir sus dolencias en un completo silencio. Como si fuera una vergüenza confesar que no la están pasando bien o ¡peor!, que han decidido pedir ayuda; ir al psicólogo (y ni se diga al psiquiatra) era visto como una debilidad. Uno tenía que vivir sus duelos y salir de ellos sin queja ni ruido, como si el tiempo en verdad fuera a curarlo todo. Las personas en terapia estaban —¿están?— forzadas a vivir una doble vida. Por un lado, escuchan “¿cómo estás?”, y siempre contestan “¡bien!”; por el otro, esconden los antidepresivos y las citas. Menos juicio, más empatía es la regla de oro; a continuación, los mandamientos para aprender con alguien con una enfermedad mental.
NO DESEARÁS…
…al terapeuta de tu prójimo. Es horrible que todos tus amigos quieran ir al mismo psicólogo que tú, como si fuera un peluquero. Nuestros terapeutas son un poco nuestros y nos cuesta mucho compartirlos. ¿Quién quiere encontrarse en la sala de espera al amigo de la hermana del primo? Nadie.
NO ROBARÁS…
…la imagen que tengo de ti juzgándome por no estar bien y ser políticamente incorrecto. No lo hago a propósito, simplemente no puedo tener el humor o el estado de ánimo uniforme que le vendría bien a la familia. Déjame seguir viéndote como mi amigo o mi familiar y no como a un juez que me señala y condena. Quiero que me escuches sin juzgarme, porque las personas no somos coches descompuestos que, con cambiar unas piezas, ya funcionan de nuevo.
NO MATARÁS…
…mis ganas de estar bien. De buscar caminos para sanar y volver a sonreír. Aunque a veces parezca que la sociedad premia a quien más sufre y juzga al que sale adelante más rápido, no permitiremos que eso mate nuestro deseo de tener paz.
AMARÁS…
…incondicionalmente. Aunque padezca depresión, bulimia, ataques de pánico o insomnio. Porque soy un ser digno de amor y mi enfermedad (sí, enfermedad) no me hace desechable; me hace único. Mis cicatrices, mis batallas de guerra, me hacen ser quien hoy soy, así que no quieras borrarme esos “defectitos”.
NO CODICIARÁS…
…la atención que pueda recibir. No se vale que en todo momento compitan conmigo por el protagonismo familiar o del grupo. Al cielo no se entra en familia, cada uno trabaja su camino. Déjame contar cómo me siento sin que proyectes tus cosas en mí. No me as fi xies.
NO JURARÁS…
…que siempre estarás ahí para lo que se me ofrezca. Ambos sabemos que eso es imposible y convierte tus palabras en huecas promesas. Mejor dime que intentarás comprenderme, que buscarás formas de hacerme sentir tu apoyo y que, aunque te equivoques, me quieres y volverás a intentarlo. Si fallas en tus juramentos, solo voy a perder la fe en los demás.
NO COMETERÁS…
…la peor de las traiciones: alejarte de mí. Aunque no me entiendas, aunque creas que debería de actuar distinto y te cueste soportarme, no dudes de que te quiero ni te alejes de mí. Recuerda que cuando menos lo merezco, es cuando más necesito que me eches la mano.
SANTIFICARÁS…
…el espacio más vulnerable que tenemos los seres humanos: nuestro dolor. Lo que presencies, lo que oigas, lo que toques, es sagrado porque proviene de mi razón con- fundida y mi muy probable corazón roto. Déjalo ser. No te espantes con lo que digo después de horas de insistir que te diga qué tengo o cómo me siento.
NO DIRÁS…
…palabras huecas, como “Échale ganas” o “Por algo pasan las cosas”. Recuerda que nuestra relación es más profunda que eso y lejos de ayudarme esas frases me hacen enfurecer. Enoja saber que, ante la falta de entendimiento, la solución sea utilizar frases trilladas. La meta parece ser convencerme —con argumentos dizque lógicos—de que nada es tan grave. Para mí lo es ya veces las palabras sobran, mejor dame un abrazo, un apapacho.
¡PROHIBIDO DECIR…!
• Cosas como “soy bipolar”, “es un demente” o “está loca” como si nada. Son enfermedades que se diagnostican por algo, no para describir por qué cortaste a tu novio.
• Si con corazón y cerebro aplicamos este decálogo con quien está en una situación incómoda, dejaríamos de ver los tropezones en la salud mental como sinónimo de víctima. Está bien padre crear una red de apoyo a partir de la empatía, el conocimiento y la paciencia. Y estaría padre empezar ¡pero ya!
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