lunes, 28 de octubre de 2019

Thalía se confiesa con la Jefa

POR MARTHA DEBAYLE

Mi equipo no dejaba de hablar sobre sus niveles de energía: “Thalía no para, es impresionante. Es igual que tú, parece que no se cansa nunca”.

Ya sentadas desayunando le pregunto desde cuándo vive por donde estamos y me cuenta que se ha cambiado mil veces de casa.

 

“¡Trece veces! Con mi madre yo me cambié 12 veces en toda mi vida, como gitanas de allá pa’ acá. Cuando conocí a Tommy, yo dije, ‘ay, esto ya se acabó, por fin, una casa y ya’, ¡y no! Agarramos una, le vamos añadiendo, la vendemos y nos vamos a otra y decimos, ‘ay, qué padre está, ya nos quedamos aquí, y de repente es de, ‘se me antoja otro estilo, ¿a ti? A mí también’ y nos vamos”. Me confiesa que tienen como esta adicción a construir, decorar, perfeccionar y, luego, a la siguiente aventura.

 

Lo cual me lleva a deducir que Tommy y ella son más que una pareja; son cómplices, amigos, compañeros, socios y esposos. En 1998 los Estefan les armaron un blind date que según Thalía iba a ser de cinco minutos y ya llevan 19 años casados. Así que le pido que me describa quién es él para ella.

 

“Tommy es el mejor compañero de vida. Nos hemos complementado de maravilla. Llegamos en un momento en que los dos necesitábamos sentirnos relajados y protegidos. Cuando nos encontramos fue como, ‘aaah, puedo respirar, puedo ser yo y si me caigo sé que va a estar ahí como red de trapecista’, y yo igual para él”. Me cuenta que a los dos les apasiona la música y que tanto su carrera como las que ha diseñado Tommy para otros artistas, han hecho que sepa, literal, muchísimo sobre música. “¡No lo puedes contener! Sabe de arreglistas, músicos, productores, es increíble. Se sienta en el estudio y empieza con el ingeniero, ‘plug this cable in the machine. No it’s not giving me the effect, try this channel, maybe use the guitar channel…ok that’s cool’. Tommy tiene unas ideas y unos atajos que solamente él. De eso yo aprendo y le pido su opinión, pero jamás me impone cosas”.

 

Dice que él, como buen neoyorquino del Bronx, es súper directo, súper práctico y la empuja mucho. Me cuenta que cuando va a sacar algo, él le dice:

 

“no le des tantas vueltas, este sonido está increíble. ¿Para qué quieres seguirle produciendo si la maqueta así está poca madre?, entre más le pones, más se difumina. Así está chingón, ¡lánzalo! Next!”

 

Me fascina que me dice que los dos son muy ambiciosos y conectan mucho en eso. Han formado un imperio juntos, solamente hablando de Broadway, han hecho Jersey Boys, que está de gira, A Bronx Tale y Donna Summer. Están juntos pero no revueltos, porque cada quien puso su lana y ese individualismo que pueden ejercer juntos ha sido la fórmula para el éxito.

 

“Hoy estoy en una tienda americana tan emblemática como lo es Macy’s, representándonos en el mundo de la moda, accesorios, ropa, zapatos, atendiendo a nuestra comunidad. Me tomó cinco años en reuniones lograr que entendieran el mercado para que entráramos de full a esa tienda. Es sentarte con el consejo y convencerlos de que esto es lo que necesita su tienda, que nadie lo está haciendo y finalmente, ¡lo logramos! Cinco años”. Esto me hace aún más sentido cuando le pregunto cuál es el consejo de negocios más importante que le ha dado su esposo: “Persistencia, persistencia, persistencia”, me contesta. Y pues claro, ahí está el resultado.

 

Pero el hecho de que hayan formado esta power couple, como dicen los gringos, no es la única razón por la que Thalía hoy vive en Estados Unidos y tiene lo que tiene: ella está convencida de que estaría viviendo algo parecido sin Tommy, por como era su mamá. Me cuenta que era una empresaria de pies a cabeza.

 

“Desde que mi padre murió y se enfrentó al mundo sola, ella fue una empresaria entera, leonina. Se ponía al tú por tú con to- dos, iba en contra de la marea. En aquella época, imagínate, una mujer de negocios metiéndose en un mundo de hombres, ¡IMPOSIBLE! Y a ella lo único que le faltó fue el idioma. Yo antes de conocer a Tommy, tenía todo listo y organizado. Casa en Bel Air, mi agente, contra- tos, viajes, giras, todo listo y en movimiento. A mí no es que me vinieran a hacer un favor o empujarme”.

 

Nos carcajeamos de que mucha gente piensa que la agarraron de María Mercedes, pero me jura que esa carrera internacional ya estaba en movimiento. Lo más fácil es creer que a la gente le pasaron las cosas por suerte o porque su marido le pagó todo, en lugar de ponerse a chambear por conseguir sus sueños. Pero me insiste en que no le importa, porque “bendito sea Dios por sus amados fans” que sí tienen memoria presente de su carrera y vida.

 

“Ellos son los que callan bocas con datos puntuales, fechas, eventos, discografía, etc. Sacan a la memoria colectiva videos de mis viajes a lugares como Filipinas, Brasil, Indonesia, Grecia, ¡y son tajantes! ‘No, no, no. Él no la hizo, él no la internacionalizó, aquí es- tán las pruebas’, les contestan. Siempre hay bitácoras humanas que son los que han estado desde mis inicios a mi lado; mi gente de hueso colorado”.

 

Su mamá, Yolanda Miranda Mange, se murió un viernes 27 de mayo del 2011, de un derrame cerebral a los 76 años. Volvemos al tema y quiero que me cuente más sobre cómo era. Le veo sentimientos encontrados en los ojos, entre que se le iluminan y se le llenan de extrañamiento.

 

“Fue un maestro de vida, uno de mis grandes gurús. Como lo es Jesucristo, como lo es Dios, como lo son personas puntuales en tu vida que te hacen crecer y aprender. No era de esas mamás que te resolvía todo, como que se esperaba hasta que la cagara y me decía qué hubiéramos hecho diferente: ‘Bueno, aprendiste porque te caíste, ahora, vamos por todo y vamos por más, si quieres… y si no, dedícate a ser bióloga o criminóloga como tu padre, que te encanta, o dedícate a otra cosa y yo te empujo. Yo voy contigo hasta el final, pero si vas a seguir aquí no te me derrotes. Y si tenemos que cerrar la casa, agarrar maletas, irnos a otro país, nos vamos’. Esa era mi mamá”.

 

Le pido una historia muy cañona de ella:

 

“Uy, cariño, todas. Ella llegaba a William Morris, una de las agencias de representación de talento más importante de Estados Unidos, con los ejecutivos congregados, esperándonos y la mujer sin hablar inglés pedía su intérprete y les decía ‘a ustedes les conviene esto y a mi hija aquello. No me están haciendo ningún fa- vor, la que les está haciendo el favor soy yo’. No la paraba ningún idioma, ningún nombre, ningún puesto, nada”. Por supuesto la estoy viendo hablar con esta pasión y no me imagino cómo le está haciendo para vivir sin ella, pero me asegura que sigue aquí. “Mi madre es una energía imparable, porque a pesar de no estar en este mundo físico, su energía se hace presente. Yo creo que cuando tú dejas este plano, dejas tu disfraz, tu traje, tu cuerpo; pero tú, la que piensa, la que siente, la voz interior, la que te va guiando, esa alma, sigue latente, sigue viva”.

 

Me cuenta que siempre busca la forma de mandarle señales cuando no sabe qué hacer.

 

“Se me aparece de alguna manera, un post con una frase ideal para ese momento, un pájaro que se para cerca de mí, una brisa suave. Como que busca esas señales donde yo ya estoy conectada. Uno también tiene que estar alerta para recibir ese tipo de comunicaciones”.

 

Después de todo esto, me queda claro que fue una pérdida fuertísima, casi imposible de aceptar. Lo bueno es que Thalía es de nuestro club, una fiel creyente y amante de la terapia. De hecho empezó a ir a los 6 años por el trauma que le dejó el haber creído que ella había sido culpable de la muerte de su papá.

 

“Dejé de hablar un año entero, o sea, me quedé totalmente muda por un año, porque cuando mi madre me llevó a verlo al hospital, él estaba súper delicado, ya muriendo en terapia intensiva, mi mamá me dijo, ‘dale un besito a tu papá para que se recupere’, y estaba conectado y todo, le di su besito y cuando voy saliendo del cuarto, todas las máquinas empezaron a enloquecer. Se murió a la media hora. Entonces yo dije, ‘mi beso de amor lo mató’. A los seis años interpreté que esa conexión de amor fue fatal, como que al dar amor algo pasaba. Así que desde ahí mi mamá me empezó a llevar a terapia infantil”. A lo que otra vez le digo que muy bien por su madre.

 

Estamos totalmente de acuerdo en que la terapia es parte de la canasta básica. Le pregunto si estaba en terapia cuando se murió su mamá, si regresó a causa de eso o en qué momento de su vida estaba cuando le cayó ese golpazo, que además fue totalmente inesperado.

 

“Siempre he estado yendo y viniendo, tengo dos terapeutas que siempre han estado en mi vida, y me encanta. Y eso fue como un regreso. Yo estaba con mi madre, embarazada de mi segundo hijo, cuando todo esto pasó de la nada. Mi mamá se había pasado un mes conmigo y tenía que regresar a México ese fin de semana para la boda de mi hermana y supuestamente regresaría el lunes, porque yo estaba a punto de parir. La última vez que la vi me dijo ‘mijita, regreso después de la boda de tu hermanita y aquí voy a estar contigo hasta que nazca el bebé’. Nunca regresó”.

 

No puedo más del horror. La interrumpo para preguntarle quién le habló.

 

“Tommy me dijo. Primero me levanté y la casa estaba muy callada, y yo ‘¿dónde está Sabrina?’ ‘La mandé al parque a jugar un rato’. Entonces me senté para empezar a desayunar y él llega, se sienta y me dice, ‘mi amor, tenemos que platicar’. Yo no entendía nada, Marthita, nada, le digo, ‘¿me estás bromeando?’ ‘No, esto es real, y lo siento mucho, lo siento mucho, mi amor’. Enloquecí. Salí corriendo”. No puedo más del shock, porque aparte estaba embarazada. “Horrible. A las dos semanas di a luz. Era una mezcla muy extraña, toda la felicidad y la vida del amor de un bebé en tus manos, y la pérdida, la muerte al mismo tiempo. Pero definitivamente, la gente a tu alrededor es la gente la que te saca adelante”.

 

Además de regresar a terapia, empezamos a hablar de la gente que tenemos cerca. En eso también nos parecemos: pocos, pero muy buenos. Me dice, que, igual que yo, sobre todo se apoya en sus hermanas y en su marido.

 

“Tengo una relación distinta con cada una de mis hermanas. Cada una es cercanísima a mí, pero de una forma individual. Aprendí a dejar de hacer la familia muégano hace años. Me choca eso de que todos tenemos que estar contentos y celebrar y reír, etc., eso no es realista”. “Cada quien tiene su vida, su perspectiva, yo no puedo hacer que toda la gente vea la vida como yo, ni tú pue- des hacer que la gente vea la vida como tú la quieres ver. Cada quien tiene sus lentes con los que ve su vida de distinto color y hay que respetar eso. El respeto al derecho ajeno es la paz, es mi motto”.

 

Por si a estas alturas no se han dado cuenta de que Thalía no es alguien que se victimiza, y que le entra a los golpes como vayan viniendo, me cuenta que hay algo más con lo que vive a diario: la enfermedad de Lyme. Para los que no han oído hablar de ella, es una enfermedad causada por una bacteria que se llama Borrelia burgdorferi, que traen las garrapatas negras. Es muy difícil de diagnosticar y puede provocar dolores en las articulaciones, parálisis facial temporal, una especie de nebulosa mental, afecta el movimiento muscular, entre muchas otras cosas. Lo impresionante es que sabe dónde y cuándo le picó la garrapata que la contagió, lo difícil es que no hay mucho que hacer.

 

“Fue un verano que fuimos a los Hamptons y había muchos venados, que son los que las traen. Donde hay pasto alto, ahí es donde se quedan las garrapatas infectadas con esta enfermedad para atacar. Yo me acuerdo que me la pasaba rico, relajada con mi pancita cerca del césped, y de repente me empecé a sentir mal. Y los doctores decían que seguro era mi embarazo, que estaba a punto de tener a la niña, que era eso. Cuando tuve a mi hija, yo decía, ‘o sea, no es el embarazo, ya tengo a mi hija y siento que me estoy muriendo. No puedo dormir un segundo, sudo, me duele todo el cuerpo, cada articulación, cada músculo, en la planta de los pies siento que tengo alfileres, el cuello no lo puedo mover, cognitivamente no me acuerdo del nombre de las personas. Algo me está pasando que no es del embarazo o el posparto. Y seguían, ‘no, es la lactancia, vas a estar mejor cuando la niña tal…’ y no. Yo iba con los doctores y les decía, ‘por favor, sácame sangre’. Me decían que estaba exagerando, que era el posparto y yo, ‘no estoy triste, es el momento más feliz de mi vida, tengo lo que siempre soñé, ¡una hija!’. Bueno, no le daban al clavo y yo empecé a investigar mis síntomas. Lo que más salía era fibromialgia, lupus, y Lyme disease. Yo fui con mi doctor y le dije ‘hazme estas pruebas para estas enfermedades y mándalo a cinco laboratorios’ y vi que había tres laboratorios específicos que solamente detectan Lyme, así que pedí que los mandaran ahí también. Y salió positivo”. Le digo que qué cañón es el instinto. Cuando tú sabes que algo no está bien, que hay algo más, y qué importante es no descansar hasta saber y poder corregir. “Me empecé a tratar; dos años de tratamiento de caballo. Porque te tienes que tomar como cinco antibióticos, más inyecciones de penicilina. Tenía bolas aquí de la penicilina, se me cayó el pelo, una cosa horrible. Y llegó un momento en que llegué a la meseta en que se controló el Lyme y las coinfecciones, porque cada garrapata puede tener la bacteria de Lyme, pero también puede tener coinfecciones. La mía tenía cuatro cosas más”.

 

Y aquí no acaba la cosa, se tiene que cuidar de por vida, ¿y alguien la ve lamentándose por las calles o preguntán- dose por qué le tocó vivir eso a ella? CERO.

 

“Desde hace doce años y medio cambié de vida; tengo que hacer ejercicio todos los días. Ni siquiera para verme bien, lo hago porque me da energía, movilidad, vitalidad y también hago yoga para estirarme. Alimentación: fuera harinas, arroz, papas, pastas, todo eso tan delicioso, me lo doy en dosis porque eso se convierte en azúcar, el azúcar se convierte en gasolina para estas bacterias. Alcohol: llevo cuatro años limpia, ya nada. Un cambio de vida total. El estrés no me puede atacar porque me drena el sistema inmune y lo poquito de bacteria que todavía hay, crece otra vez. Es un régimen de vida pero aprendí a amarlo y a disfrutarlo mucho… esa ha sido la lección más grande de vida. La supervivencia, conectar conmigo”.

 

Siempre he creído que nos damos cuenta de lo fuertes que somos hasta que ser fuertes es la única opción que tenemos, pero también creo que solo algunas personas lo viven así, de frente, con ganas de aprender algo y salir adelante. Thalía es una de ellas. Me jura que literal, hubo una vez que pensó que se iba a morir.

 

“Una vez le dije a Tommy, ‘veme hoy, porque es el último día que me ves con vida, me estoy muriendo’. Sentí que si cerraba los ojos me encontraría con ese momentito en el que tú decides si te vas cuando ves la luz. Para mí fue un antes y un después, Thalía antes y después del Lyme. Ariadna Thalía Sodi Miranda, empezó hace doce años y medio con mi nuevo camino”.

 

Además, ella quiere hacer algo con esto que le pasó, y tiene la convicción de ayudar a los que están pasando por lo mismo.

“Me importa poder ser esa bandera y ese estandarte para muchas personas que lo tienen y pier- den la esperanza. Esa enfermedad te quita la voluntad de vivir, pero siempre hay esperanza, siempre hay alguien dispuesto a ayudarte, solo que el 85 por ciento de todo depende de ti. Si tú no le echas ganas para reconstruirte desde adentro, ¡nadie lo puede hacer por ti!”.

 

Quiero que me platique sobre sus hijos, Sabrina Sakaë, de once años, y Matthew Alejandro, de ocho, que se ve que son su todo. Primero los nombres, le pregunto cómo los escogió.

 

“Me gustó el nombre Sabrina, que es ‘princesa’, y Sakaë, ‘prosperidad’ en japonés; para mí, es mi princesa de la prosperidad, y Matthew Alejandro, mi hijito precioso, son totalmente diferentes, pero muy mexicanos, muy italianos, viviendo en América, ya sabes. Mis hijos son lo máximo, son grandes maestros… hablando otra vez de gurús y guías y personas así en mi vida, ellos lo son para mí. Sobre todo, Sabrina, mi hija.” Ahora quiero saber qué es lo más fuerte que ha descubierto por ser mamá. “Pues, que ya no es acerca de mí ¡y eso está muy cabrón! Jajaja. Ya no es, ‘hoy me levanté y a ver qué quiero hacer’, no. Aunque te levantes y tengas todo tu día planeado, ¡siempre se altera! Porque se levanta tu hijo y tiene fiebre, o se levanta tu niña y hoy se quiere quedar en casa a jugar. Entonces, cuando eres madre te conviertes en un surfer, porque estás como ‘¡ahí viene la ola!’, métete y a ver cómo le haces”.

 

 

Me imagino perfecto por qué casi no aparecen en sus redes sociales, pero aun así le pregunto.

 

“Los saco poco, pero mi otra familia, que son mis fans de toda la vida y que han estado conmigo en todo, Marthita, en las buenas, en las malas, siempre me piden fotitos de los niños y para ellos lo que quieran”.

 

Aquí nos dejamos ir platicando sobre sus fans, cómo se conecta con ellos y cómo vive esta nueva era digital que es tan demandante.

 

“Mi primer club de fans, Mundo de Cristal, MDC, llevan casi 30 años conmigo, y todos ellos siempre me han estado apoyando incansablemente. Hay otros que también me dan todo su amor y apoyo y el público en general, todos me ayudaron mucho con lo de mi mamá. En ese momento empezaba Twitter, y mil DM, ‘échale ganas Thali’. Crearon un hashtag de ‘terapia de risas para nuestra reina’ y me mandaban chistes los jueves; los sábados eran ‘terapia de abrazos para nuestra reina’ y me mandaban quotes de cosas bellas de la vida. Y así empezamos a crear esa interacción, yo por eso me enamoré; adoooro las redes sociales porque es contacto directo con ellos, sin intermediarios”.

 

Le aviento la pregunta inevitable, porque ya saben que me tiene traumada el tema de la negatividad y los haters, y con más de 14 millones de seguidores en Instagram, quiero saber cómo le hace.

 

“Leo todo lo que me mandan, eh; los comentarios, entro a mis DMs, amo cuando me comparten su vida. Y sobre lo negativo, así como te digo que me reentrené para sobrevivir el Lyme, así reentrené mi ojo para solo ver lo que me suma y no lo que me resta. Mis ojos buscan los emojis de caritas, de arcoíris, de corazoncitos. Yo no veo cosas negativas, yo entrené mi ojo para ver palabras clave como, amor, positivo, te quiero, felicidad, vida, música, etc… yo solamente veo eso, yo no veo el bla bla bla”.

 

Me reitera que además, así se maneja con sus amistades.

 

“Mis amigas, mis amigos, mi gente, todos saben que ni en mi casa hay de que ‘fíjate que me dijeron que’… En mi casa NO hay puerta para eso, solo para historias que aporten como, ‘fíjate que conocí a un speaker como Tony Robbins que está cañón…’, aaahhh eso sí, o ‘fíjate que hay un doctor en neurociencia que está descubriendo un suplemento que te puede ayudar a tener más vitalidad’, eso sí me gusta escuchar. Pero, ‘no sé quién dijo no sé qué de ti’, eso no existe en mi núcleo ni en el de Tommy”.

 

Al final compartimos secretos de belleza, o más bien, le comparto mis miedos a cualquier cirugía o hasta al bótox. Ella me dice que es súper fan de las 25,800 máquinas de los spas que hacen láser, radiofrecuencia, luz pulsada, etc… y tiene plena fe de que en cinco años van a estar aún mejores. También me dice que agua, agua, agua, es la clave. Cosa que me llevó a pensar que tengo que hacer un par de ajustes, jajaja. En fin, Thalía es de esas personas cálidas, que hacen que te sientas a gusto desde el primer momento.



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