Hay quien se casa, o se queda casado, nomás por el qué dirán. Otros se van con quien sea por el miedo a estar solos y algunos más se quedan solteros por no saber convivir con alguien más. Si eres de los que no tiene pareja y dices que no quieres porque así estás bien, esto es para ti.
Si no tienes pareja y dices que no estás con alguien porque no quieres, hay de dos: uno, que realmente no quieras; dos, que dices no querer para ocultar, hasta de ti mismo, una gran incompetencia o un enorme miedo a salir raspado.
A lo mejor antes sí querías, pero como sientes que eso del amor no es para ti, pues mejor te mantienes a distancia de “ese mal” que, según tú, quieres evitar, o capaz que hasta te enseñaron que era mejor evitar. Si realmente estás sin pareja por verdadera elección, no es tan complicado darse cuenta porque no se te nota nada en especial, excepto que no tienes pareja. Ni te vuelves una persona ermitaña ni amargosa ni tienes que ir por la vida contando toooodas las razones por las que decidiste ser soltero.
Pero si eres de los que nomás dicen por decir que les “encanta” su soltería, entonces vas a tener mil y un razones para explicar (y explicarte) el por qué estás así. Vas a poder citar causas, razones, cifras, estadísticas, autores e incluso tu propia experiencia persona (o la de alguien más a quien le fue de la patada) para buscar convencer (te) de por qué esa decisión ha sido la más sabia y afortunada de tu vida. Bueno, capaz que hasta te la pasas haciendo proselitismo en favor de la soltería con tus conocidos que están pensando emparejarse.
¿Cómo saber si tu soltería es más una circunstancia que una decisión? La causa y el efecto son evidentes cuando alrededor del tema encuentras alguna de estas tres emociones: miedos, fantasías o resignación.
Miedos
Pueden ser aprendidos (de lo que otros te dijeron o tú observaste) o adquiridos (de los trancazos que te llevaste en relaciones pasadas). Seguro piensas que esto no aplica para ti porque no tienes miedo, y puede que en parte tengas razón. Empiezas con la cantaleta interna de que “es muy complicado”, que “tod@s son iguales”, “uno siempre acaba mal”, “todos te acaban poniendo el cuerno” y “voy a perder mi libertad” y otras joyas que encontramos en nuestra cabecita temerosa.
El miedo tiene muchos disfraces y uno de ellos son los prejuicios.
Fantasías
En el otro extremo están los que idealizan las relaciones. Por supuesto que estos también mejor se quedan solteros porque ese mundo idealizado solo existe en su cabeza. Van de una relación a otra o, mejor dicho, de una desilusión a otra, porque evidentemente esa pareja no era su alma gemela. La felicidad no se encuentra en una pareja, se comparte con una, lo que nos dice que ser feliz viene de adentro hacia afuera.
Los que están buscando la relación perfecta, con la pareja y la vida perfectas, son los fabricantes de expectativas.
Resignación
Este es el peor estado. Es precisamente el que da lugar a decir “yo estoy bien así”, no porque sea verdad, sino porque sentimos que “ya no queda de otra” y para qué decir que sí quieres una pareja. Es una especie de conformismo en el que, en vez de aprender cómo funcionan las relaciones de pareja o de ir a terapia para que te ajusten las tuercas, mejor ya no le inviertes y entierras tu deseo bajo una aparente aceptación de tu realidad. Hay quine se acomoda en malas relaciones y se queda en ellas mucho maños y otros que se acomodan en su soltería y hacen lo mismo. Lo malo de esto es que es una especie de “comodidad incómoda” porque no estamos bien. A veces, quedarse en soledad por conformismo puede traer a largo plazo mucho resentimiento, por haber dejado pasar el tiempo y al ver que otros sí pudieron estar en pareja.
Piensa a quíén tratas de convencer cuando dices que estás bien así; si es a ti mismo, en realidad no estás bien y el primer paso es aceptarlo.
El miedo, la fantasía y la resignación acaban por convertirse en fantasmas internos que se quedan a vivir en tu cabeza y que te hacen ruido, arrastrando sus cadenas y lavando tu cerebro. A lo mejor un día los usaste para justificar tu soltería ante otros o ante ti mismo, pero han acabado por adueñarse por completo de tu voluntad y te han convertido en su fiel esclavo.
Todos hemos dicho alguna vez “no me vuelvo a enamorar” y es normal cuando terminas bien raspado luego de una mala relación. En lugar de eso, a lo mejor te ayuda más reconocer en qué la regaste y pensar qué es lo que puedes aprender y hacer diferente para estar mejor en el futuro, ya sea en una siguiente relación o sin ella, siempre que eso sea lo que realmente quieres y decides como forma de vida.
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