Los seres humanos somos extraños. Nos da por hacer resúmenes, listas, reflexiones, deseos y tantas otras cosas, cada que acaba un ciclo. El más evidente es el cambio de año. Seguro hay alguna explicación psicológica o sociológica al respecto.
No, no les voy a tirar el rollo de que todos seamos felices y el amor inunde nuestras vidas; tampoco voy a hacer un resumen de los eventos, más bien tragedias, que abundaron este año. Trataré de vernos el ombligo.
Pídanle a algún familiar o amigo que viva fuera del país que les dé su opinión sobre las noticias mexicanas de cualquier día, no hace falta escogerlo. ¿Qué es lo que encontrará? Un nuevo escándalo de corrupción, el hallazgo de una fosa común, alguna nota dando cuenta de la gran desigualdad y marginación, no puede faltar el caso de impunidad, alguna autoridad que no puede/quiere hacer cumplir la ley, en algún lado ciudadanos hartos de la clase política deciden tomar funciones de autoridad en sus manos y la cuota macabra de muertos y desaparecidos de todos los días.
No es exageración. Hagan el experimento el día que quieran y aparecerá todo esto. “¿Cómo pueden vivir así?, eso no es normal“, diría nuestro amigo o familiar extranjero. En efecto, no es normal pero lo hemos normalizado.
A fuerza de repeticiones y frustraciones acumuladas, la sociedad mexicana, que jamás ha sido muy participativa, hace su vida como si lo arriba descrito fuera condición natural. Como si se tratara de impedir que suba y baje la marea. En su mayoría, los que se movilizan son víctimas.
Para saber qué tan normal es podemos compararnos con otros países. En todos los casos ocupamos lugares vergonzosos. En corrupción somos el peor de los países con economías grandes. En impunidad estamos por arriba del 95%, en número de asesinatos y desaparecidos solo por debajo de un puñado de países que se encuentran en conflicto armado como Siria, Irak o Afganistán. En desigualdad somos de los peores en el continente. Y qué decir de otros indicadores como educación y salud. Todo esto lo hemos permitido y motivado las y los mexicanos. Nuestra clase política no llegó de Marte, surge de la sociedad. En doscientos años de vida independiente no hemos tenido gobiernos honestos, eficientes y preocupados por la ciudadanía y el estado de derecho.
El país se nos va entre las manos mientras la nota son los XV años de Rubí. Nuestro amigo/familiar no entendería por qué las redes sociales y noticieros se desbordan en el fenómeno Rubí, o el escándalo de moda, y no en todo lo demás.
La crisis no se resolverá sola. Esconderse y enconcharse cada quien en su pequeño mundo funciona si lo que tienen en mente es irse del país a corto o mediano plazo. La condición del país exige más que solo hacer lo que nos corresponde en el espacio privado. Es momento de tomar partido. Si han decidido no dar la batalla, si prefieren aprovecharse del caos y sacar beneficios personales, si prefieren tolerar antes que exigir, si prefieren ver a otro lado, si han renunciado a luchar por lo que es de todos, si creen que no les corresponde; vayan haciendo maletas.
La viabilidad de este país se juega en los próximos años. No exagero.
Espero que 2017 vea ese despertar ciudadano.
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