lunes, 20 de agosto de 2018

Sin armadura para el amor

Ximena y Arturo han estado en una relación por cinco años. Ximena se queja de que Arturo no le da suficiente atención, que ya no es el mismo. Arturo, por su parte, dice que ya no tiene tiempo libre para hacer sus cosas porque ahora tiene que dedicarse a Ximena. Si él le dice que prefiere descansar los fines de semana en vez de acompañarla a sus reuniones, ella se enoja. Ximena se desespera y llega a la conclusión de que esta relación ya no funciona. Arturo está muy molesto porque siente que Ximena lo está asfixiando. Lo que ninguno de ellos reconoce es que estos mismos problemas los han tenido en otras relaciones y que cambiar de pareja no solucionará nada.

Si les suena familiar, lo más importante es entender qué sucede realmente en la profundidad de estos dramas de pareja, porque aparecen en todo tipo de relaciones: uno siempre es aparentemente la parte fuerte e independiente y su contraparte es la débil y dependiente; lo curioso es que esto cambia en diferentes situaciones de nuestra vida.

¿Qué está pasando?, ¿por qué si hay tanto deseo de tener amor se vuelve tan complicado y aunque intentemos una y otra vez, siempre nos pasa lo mismo? Ahí te va la respuesta: todos llevamos dentro de nosotros dos grandes impulsos que nos mueven: el amor y la libertad. Entendemos el amor como el deseo profundo de vincularnos íntimamente con otra persona, de ser vistos por ella, de ser apreciados, acompañados. Y como libertad, la necesidad de individualizarnos, encontrar nuestra identidad, de ser como somos y elegir los caminos adecuados para nosotros.

Pero si estos impulsos fueron lastimados en la infancia, se convierten en obstáculos sociales, especialmente en las relaciones de pareja. Estas heridas y malas experiencias son filtros que nos hacen ver nuestras relaciones a través de unos lentes pintados por nuestras experiencias. Nos perdemos en conflictos, reclamos y estrategias que se convierten en una lucha eterna de poder que nos aparta más y más del amor y la intimidad que tanto deseamos.

“Una de las maneras más poderosas e inconscientes de evitar los miedos y el dolor interno, es perdernos en dramas de relaciones interminables, repitiendo los mismos patrones una y otra vez”.  Sin darnos cuenta cargamos con traumas y heridas de la infancia que van con nosotros a nuestras relaciones de pareja. Cuando entramos en una relación importante, normalmente no estamos conscientes de ellas ni sabemos cómo enfrentarlas porque han estado enterradas por años detrás de nuestras barreras emocionales.

Pero en cuanto nos enamoramos, bajamos las defensas y entonces se abre la cajita de Pandora: miedos, inseguridades, sensaciones de debilidad, incapacidad de poner límites o necesidades extremas por eso cuesta tanto trabajo abrirse a nuevas relaciones.

Si entendemos el proceso, en vez de pelear y repartir culpas, nuestras relaciones pueden convertirse en una gran herramienta de autoconocimiento y crecimiento.

 



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