viernes, 10 de junio de 2016

Lo que callan los mamados Parte 2

Aquí puedes ver la primera parte de “Lo que callan los mamados”

Los mamados aseguran que lo más difícil de estar mamey no es el entrenamiento o la alimentación; es aguantar las “mamarrachadas” de la gente. Aunque mamarrachadas no fue exactamente el término que usaron.

¡Es neta! Esas largas e intensas jornadas en el gimnasio, que muchas personas ven como un sacrificio o tortura; para los mamados son un placer, es más las NECESITAN.

De hecho, son varios los estudios que han demostrado que después de una actividad física intensa, existe un claro y significativo aumento de endorfinas, y cuando el organismo libera esta hormona, la persona tiene sensaciones de placer y bienestar, hagan de cuenta como si se hubieran aventado una buena sesión de sexo con harto beso por todos lados. Igualito. No por nada las dichosas endorfinas también son conocidas como las hormonas del placer.

Si por eso les digo que todo en esta vida tiene una razón de ser. Por ejemplo, la retahíla de jaladas que los mamados tienen que aguantar nada más por la puritíta envidia de los que se mueren por estar mamados, pero les gana la decidía, la chela y el tamal.

¿Y saben qué? Ya estuvo bueno. Así que le pedí a varios fortachones de esos muy bien lactados y a uno que otro chico fitness, que me ayudaran a armar una guía didáctica para entender “Lo que callan los mamados”. Y ahí les va:

1) Un verdadero mamado no se autodefine como tal, él sabe que lo es y deja que sean los demás los que lo identifiquen de esta forma. Y si lo hace es más mamón que mamado.

2) Sí, para los mamados es más fácil ligar, pero les cuesta más trabajo mantener una relación seria, ya que son pocas las personas que entienden y apoyan su estilo de vida, en el que el entrenamiento y su régimen alimenticio entran en la categoría de no negociables.

3) Mamadez no es sinónimo de estupidez o superficialidad. Este cliché es igual de discriminador y sexista que el de Rubia=Tonta.

4) Un mamado es disciplinado y tiene fuerza de voluntad, así que no pierdan su tiempo criticando su alimentación o intentando que rompa su dieta ¡Ah! Y por favor, por mucho que se les antoje la jícama o el sándwich de un mamado no anden de pedinches, recuerden que su alimentación se basa en porciones perfectamente medidas. Sí les encargo.

5) Los mamados no son los chalanes oficiales para cargar objetos pesados en la oficina, si quieren cambiar el garrafón del agua, háganlo ustedes mismos. Es más de maña que de fuerza.

6) Su amigo mamado no es su nutriólogo o entrenador personal. Así que no intenten sacarle dietas y rutinas de a gratis. Y si lo hacen, sigan sus consejos y no hagan sólo lo que se les pega la gana.

7) A los mamados no se les hace chiquito el pene (no dijeron pene). Se puede dar el caso de que con el uso de anabólicos y esteroides los que reduzcan un poco su tamaño sean los testículos, pero en cuanto concluye el ciclo o “tratamiento” vuelven a su tamaño original. Y que quede claro NO TODOS LOS MAMADOS USAN ESTEROIDES, y el tamaño de sus testículos lo comprueba.

8) El uso de anabólicos y esteroides puede ser cuestionable, pero si quién critica es de los que cada fin de semana se mete unas pedas de miedo, fuma y su alimentación se basa en harta grasa y triglicéridos, entonces debería de preocuparse más por su salud que por la de los mamados.

9) ¡No manchen! Los suplementos alimenticios NO SON ESTEROIDES. Eso sí, se gasta más varo en suplementos que en las o los novios.

10) Muchas veces las mancuernas y barras pesan menos que las “mamarrachadas” de la gente. Pero no hay bronca, porque los mamados han aprendido a convertir la envidia en su mejor termogénico.

Ustedes pueden ayudar a combatir la discriminación y abusos hacia los weyes mamados. La próxima vez que se topen con uno, háganle saber con un abrazo que están con ellos. Y si pueden regálenle un tupper, para ellos nunca son suficientes.

Termina su columna y agradece a todos los mamados que abrieron sus corazones para hablar de LO QUE CALLAN LOS MAMADOS.

Aquí puedes ver la primera parte de “Lo que callan los mamados”



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