miércoles, 8 de marzo de 2017

El Factor Figueroa: Dos mujeres

Antes que nada, quiero felicitar a todas las que celebran por todo lo alto el Día Internacional de la Mujer. Yo lo festejo por inercia, pero en realidad me gustan más el 14 de febrero, el 10 de mayo o la Navidad. Tal vez porque siento que por marcar nuestra raya y separarnos, luego nos auto-discriminamos.

Pero no me hagan caso, a lo mejor hablo por la herida porque hay momentos en los que: no entiendo a las mujeres. Sí, es una declaración tremenda.

Dios ¿por qué estamos tan locas?

En ésta casa, solo convivimos –por suerte- dos: la Rufi, que se encarga de la comida y la limpieza, y yo, la columnista. Y gracias a que según los psicólogos tengo muy desarrollado el lado masculino, no nos hemos desgreñado (jajaja, de verdad). Todavía. Es que ella, está convencida de que la vida sin teléfono no es vida, así que no se despega del celular y nos ignora –o ponle que nos da el ‘avión’- olímpicamente. Si disculpo tanta elocuencia en horas de trabajo es porque me encanta que sea una romántica y que en lugar de pegarse al Whatsapp, tenga ganas de escuchar la voz del otro. Eso nos une.
Pero bueno, no quería contarles mi historia con Rufi sino la de otras dos mujeres. Una conversación que escuché ayer en la cafetería de la esquina, cuando fui a buscar café porque no quise interrumpir el maratón telefónico de la verdadera patrona.

Sé que no es bonito escuchar la plática de los desconocidos, pero no lo pude evitar. Y yo digo que mientras lo use para hacer el bien no hay problema, así que dejaré aquí una reflexión y, en una de esas, hasta una gran lección de vida.

Las que platicaban en la otra mesa, en una junta súper seria de trabajo, eran una novia y la ‘wedding planner’.  Y lo que decían era más o menos así:

– Antes que se me pase, quiero checar bien los precios, porque tengo una amiga que le cobraron una hora más de servicio porque se tardó en aventar el ramo…
– No, para nada. Despreocúpate. Yo soy flexible con los tiempos. Si quieres vamos checando el schedule. Mira: de 2 a 3 la misa, de 3 a 3.15 las fotos de los novios, 3.15 a 3.30 foto con los papás, 3.30 a 3.45 fotos con las damas. Luego a las 4, mientras los invitados se van al coctail, ustedes pasan al civil con los más íntimos. Por cierto, en el coctail ¿solo van a dar jamón? ¿no vas a tener ‘photo booth’ o algo más?..
– No, solo jamón…
– Bueno ¡luego lo vemos! Entonces, después de la ceremonia hay otra sesión de fotos de 5 a 5.30 con margen hasta las 5.40 y después los novios se van al cuarto a ‘refrescarse’ y entran al salón tipo 6…
– Ok. Está perfecto. Solo te quería decir, si podemos hacer la entrada de los invitados en ‘ola’. O sea, juntamos un grupito y ya los dejamos pasar. Y al rato, otros y así. Porque si entran como van llegando, todo mundo se la pasa voltee y voltee para ver quién llegó. Así es menos y no se distraen…

Les juro que no miento. Por favor, reflexionemos ¿En qué momento a las mujeres se nos ocurrió que debemos cronometrar uno de los momentos más padres de la vida?

En lugar de estar más relajadas que nunca, pagamos (¡pagamos!) para que nos pongan un plan militar que, casi siempre, los novios alucinan. Y ya desde ahí el novio empieza a ver raro a su futura esposa y a guardarle un rencor sordo y silencioso.

Pero, por otro lado, me parece precioso que en pleno 2017 una mujer todavía tenga ganas de comprometerse con el amor de su vida en una fiesta tipo cuento de hadas (o de terror, según como lo veas).

Y así somos para todo. Les digo. Somos unas chifladas.



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