martes, 20 de junio de 2017

Los recuerdos y el olor de la gasolina

Cuando era niña, mi primo y yo acompañábamos a mi madre o mi tía en el asiento de atrás del coche en un viaje de placer: la gasolinera. Nos encantaba bajar la ventana, sacar la cabeza, y tomar una bocanada de aire. El olor a gasolina nos parecía irresistible.

Parece que este comportamiento no está fuera de lo común. El olor de los solventes a mucha gente le resultan atractivos, y la razón todavía no está clara, aunque existen algunas ideas.  

Todo tiene que ver con un compuesto del petróleo llamado benceno. El benceno es un hidrocarburo aromático que por sus propiedades de ignición y desempeño se utiliza en la gasolina. Mucha gente encuentra el olor del benceno dulzón, agradable, y sobre todo, penetrante.

Bastan solo cinco partículas de benceno en un millón de partículas de aire para que una persona pueda detectarlo con el olfato. Es sumamente volátil, así que si existe una pequeña cantidad de gasolina en el ambiente es muy probable que el olor del benceno sea haga presente.

Además de la gasolina, otros productos contienen benceno. Pesticidas, detergentes y muchos plásticos tienen rastros de este hidrocarburo, y aunque cada vez su presencia tiene mayores restricciones, es muy probable que se encuentre en muchos juguetes, sobre todo juguetes con los que los adultos de hoy jugaron en su niñez.

El olor es un perfecto detonador de recuerdos, aun si no sucede de manera consciente. Al oler aromas asociados a memorias de nuestro pasado, podemos sentir una nostalgia y satisfacción relacionada a esos días.

Esto ocurre porque el bulbo olfativo, la parte del cerebro que procesa los olores, está conectada directamente a la amígdala e hipocampo, que son áreas del cerebro muy relacionadas con las emociones y la memoria. Estas tres estructuras y otras más forman al sistema límbico, que se encarga de procesar el comportamiento, las emociones, la motivación, la memoria a largo plazo y el olfato.

De cierta manera, la memoria y el olfato son indivisibles. Para algunas personas, será el olor y sabor de las madalenas remojadas en té de tila lo que evoca sus recuerdos de dicha. Para otras, como mi primo y yo, será el dulce olor de la gasolina, aunque ésta, como los juguetes, ya no la hacen como antes. El porcentaje de benceno en la gasolina se ha reducido, lo cual probablemente explique por qué ya no disfruto tanto los viajes a la gasolinera.  

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