miércoles, 6 de julio de 2016

El Factor Figueroa: Bendición disfrazada

¿Se acuerdan cuando llegué a Revista moi? Yo sí, cómo olvidarlo. Fue con una colaboración titulada –y muy aplaudida- “Lo bueno de lo malo de quedarte sin chamba”.

¡Pues hoy tengo que escribir una al revés! ‘Lo malo de lo bueno de tener tanta chamba’ ¡auxilio! Aunque la verdad debo confesar que no estoy segura si tengo mucho trabajo o soy tonta organizando el tiempo.

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No sé dónde quedó la Martha que se aventaba maratones impresionantes de tele, que si House of Cards, que si Game of Thrones (tengo ‘crush’ con el pequeño Tyrion), que si Orange Is the Bew Black, que si Dowton Abby. Uy, ésa me encanta, porque todos tienen cola que les pisen y es un dramón.

A dónde fue la escritora ‘independiente’ que abría el ojo como una linda princesa a las nueve de la mañana y ya se había desocupado (jajajaja), la que vestía en pants todo el día y solo se entretenía haciendo cosas prohibidas e inconfesables con su novio. Que eso último era lo mejor de todo. ¿Les ha pasado? Que sienten que se van a morir de tanto sexo, entonces vas al doctor para que te cheque y cuando te pregunta qué onda, te da pena confesarle las verdaderas razones del dolor y/o ardor. Solo contestas con cara de mustia “no sé doctor, fue de repente, de la nada”.

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Pues queridos lectores, agradezco dejar de ser una desempleada y que los últimos seis meses hayan sido tan productivos, pero ahora que se abrió la puerta de la oportunidad laboral, se cerraron todas las ventanas del entretenimiento y del placer.

¡Adiós a los pants! Ahora lo mío son los vestidos, los tacones y el peinado para estar presentable ante el público que igual me crítica todo el tiempo. ¡Qué alegría! ¡Yei!

Entro a las 7 de la mañana, tengo 4 empleos, me da insomnio de la preocupación, veo menos al amor de mi vida y debuté como standupera para ‘divertirme’ (¡ajá! mejor llámale ahorrar para que el hermoso heredero termine la Universidad).

Alguno estará pensando que debería dar gracias a la vida ‘que me ha dado tanto’ -como si fuera Tania Libertad- porque no tuve que robar y caer en la cárcel, pero ahora ¡soy una prostituta del periodismo! Y mis honorarios, todos sumados, son menos que los que ganaba en 1996. Tal vez siga los pasos de Lupe de Bronco y también me meta de chofer de Uber, en los ratos libres ¡pa completar! Oye, no es mala idea ¿eh? Podría amenizar los trayectos de mis ‘usuarios’ con anécdotas de los famosos.

El otro día me dolía todo, de agotamiento. Y cuando me quejé con la persona que es ‘testigo’ de mis múltiples actividades, mi hijo Alex, me soltó un sincero “¿en serio má? Pero de qué te cansas, si todo lo haces con la mente ¡no mueves el cuerpo!”. Ahí es cuando te preguntas “Dios, ¿en qué he fallado?” o “¿por qué no lo mandé a trabajar a China?”. Ya me lo decía mi madre: nadie te lo agradece, ni valora ni nada.

Tal vez exagero y mi hijo tenga razón. Tal vez mi trabajo ‘intelectual’ no cuenta y debería además hacer ejercicio en los tiempos muertos para caer ‘idem’ en la noche. O quizás mi hijo está loco y yo tengo derecho a ser una cincuentona débil.

Ahora tengo menos tiempo para ir al cine, para leer, para ponerme al día con las series o para ver a mis amigos. Bueno, pon tú que tiempo si tengo un poco, lo que me falta es energía para lograrlo, entonces prefiero quedarme tirada en la cama que aprovechar los minutos libres. O sea, he caído en el círculo vicioso de más trabajo y menos placer, pero cuando hay tiempo para el placer me cuesta trabajo. ¿Soy yo? ¿Es la vida? ¡¿Es la menopausia?!

Tengo una amiga que tiene las piernas peludas porque dice que no tiene que depilarse…¡ay no, esas son guarradas! Yo estoy muy ocupada, pero rasurada, tersa y lista para la recompensa. En términos drámaticos: “muerta por dentro, pero de pié como un árbol”.

Ahora que todos se van de vacaciones de verano, soy tan buena en la chamba (y ponle que estoy tan baja en el escalafón laboral) que me quedaré a cubrir a mis compañeros. Quiero llorar de emoción por la oportunidad, pero igual los quiero matar a todos por la ‘arbitrariedad’.

En fin, queridos lectores, lo malo de tener tanta chamba, es al mismo tiempo lo mejor: no hay tiempo para desperdiciar el tiempo. La bendición disfrazada.



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