Tengo las pompas temblorosas
Es que perseguí pokémones junto a mi hijo: sí, las madres tenemos formas exóticas de acercarnos a los chamacos.
Aunque me muera de pena al confesarlo, soy una de esas personas cincuentonas, vagas y ‘labregonas’ que andan por las calles jugando ‘Pokémon go’ que, básicamente, es como la vida misma: buscas y buscas, y luego atrapas criaturas que al final no sirven para nada –súper inútiles- pero te diviertes. Además supe que es la forma más moderna de combatir la obesidad, entonces me dije “juega, gorda, juega”.
Oigan qué estrés. ¿Ya experimentaron la actividad virtual que es la locura en 26 países? Se te aparece el monstruito y tienes que meterlo a la bola, mientras rezas para que no se escape. Es lo bueno de ser mujeres ‘multitasking’, que podemos hacer varias cosas a la vez.
Esta semana mi hijo ha estado ocupadísimo, ojalá fuera por otros motivos (la vida y sus misteriosos caminos). Si le hablo, tarda en responder y si le llamo a su teléfono inteligente, no contesta nunca. Se levanta temprano, no prende la tele, se la vive en la calle y antes de salir solo grita “¡voy al gimnasio, má!”.
Lectores y lectoras, les anuncio que mi heredero ya es nivel 20 en ‘Pokémon go’. Me pregunto ¿eso será bueno o malo tú? ¡Sepa! A veces no entiendo la vida moderna. Pero madre e hijo pasamos horas platicando sobre bestias japonesas. Dios ¡sálvanos!
Según mis planes, ahorita yo debería estar en una casa con un patio hermoso (con flores y foquitos) vista al mar, escribiendo joyas para mis lectores queridos. Pero ¡noooo! Ahí me tienen, sumada a las formas de recreación actuales.
Lo triste del asunto, es que mientras los pokémones que atrapamos ‘evolucionan’ nosotros ¡vamos para atrás! Como los cangrejos. Ya no convivimos y andamos como loquitos jugando con nada (peor que con un fantasma) y tratando de esquivar a los delincuentes que también tienen la app y la usan para asaltar lunáticos.
Debo confesar que cuando Alex era pequeño, uno de nuestros juegos favoritos era Pokémon Stadium en el Nintendo. Claro, era una cosa inocente. Pero luego me convertí en entrenadora estrella y le ponía unas palizas a mi pobre hijo de 6 años (jajajaja). El pobre niño terminaba enojado porque yo le ganaba todas -muy cruel- con una técnica llamada “sentido común”, o ponle física aplicada. Si él sacaba un pokémon de fuego, yo le aventaba uno de agua y ¡madres! Ya después cambié de estrategia y combatía con personajes ‘femeninos’ –según yo porque tienen formas raras- y arrasaba. Por ejemplo, había un pokémon que avienta besos “Jynx” que es mi favorito de todos los tiempos. Alex ponía al más rudo y yo lo hacía polvo con el poder de la besucona.
A lo que iba, después de tanto divagar, es que hace unos días estuve de viaje y Alex me envío un mensaje con foto que decía: “Mira má ¡lo atrapé ayer!” Sí, capturó a Jynx y yo sentí como si me hubiera escrito un poema, creo que hasta lloré. Un pequeño guiño para el hijo, un gran momento para la madre.
Por favor no se rían, es que ahora que todo es redes sociales, aplicaciones, series y fotos con filtro, se ha perdido la verdad y el contacto básico. Y me reconforta saber que piensa en mí mientras pierde el tiempo.
Lo que sí me parece increíble es que una simple aplicación, salvó a una empresa entera de la quiebra. Y como verán, esta semana salvó un hogar. Ay extraño la comunicación y el amor a la antigüita.
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