miércoles, 31 de agosto de 2016

El Factor Figueroa: Se nos murió

Estaba a punto de tirarme al drama por la muerte de Juan Gabriel, cuando recordé que tenía otras cosas qué hacer y ya no pude.

¡Eso sí era valor! ¡eso sí era talento! ¿Saben qué me parecía maravilloso? Que un personaje tan amanerado fuera el rey en un país de machos. Hasta los homofóbicos se rendían a sus pies en los conciertos y terminaban cantando a grito pelado “Queridaaaa, hazlo por quien más quieras túuuu, yo quiero ver de nuevo luuuz…” Pues se nos murió. A todos.

Cuando me enteré, estaba comiendo sola -por razones varias- en un restaurante muy cotizado y pensé ‘Qué hago, ¿escupo el estupendo y carísimo chile en nogada, pido la cuenta y me salgo a llorar en la banqueta?’ o tomo las cosas con calma, pido un capuchino y mientras averiguo qué, cómo, cuándo y por qué. Hice lo segundo, no crean que por desalmada o insensible, sino porque quiero guardar las lágrimas para otras cosas más mías (que si mi hijo se dio un catorrazo , que si mi madre, que si el novio).

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Me alegró que hasta Obama -que cuando quiere es muy solidario con nosotros- se sumara al duelo por Juan Gabriel. Y tengo un amigo que se hundió y no levanta cabeza, lleva cuatro días en el luto porque hace poco lo vio en un palenque y sintió que ya eran íntimos, cosa que entiendo perfecto, porque cantar “vamos al noa, noa, noa noa”, te hermana.

La verdad, nunca conocí a Juan Gabriel más allá de un “qué tal, buenas noches” y por caprichos de la vida siempre fui más de Emmanuel y Luis Miguel, a nivel entrevistas y cariño. Eso sí, lo admiraba mucho.

Y miren que el Divo de Juárez y yo teníamos un lazo rarísimo que nos unía: soy una de sus intérpretes. Sí, leyeron bien. Así como la Dúrcal, Daniela Romo, Marc Anthony o Julión, también grabé canciones suyas, es más ¡un disco completo!, cuando tenía 10 años de edad.

No vayan a creer que era una niña folklórica ni una Shirley Temple mexicana. No, yo cantaba regularcito en el coro de los Hermanos Zavala. Sí, los coros del festival OTI. Ellos dirigían un grupo impresionante tipo góspel, que no tenía negritos pero éramos fantásticos. Se llamaba el coro de “Las 100 voces”. Bueno, se llama, todavía sigue, aunque con menos voluntarios.

Por el tono, -agudo pero grave- estaba en la ‘tercera voz’ y a veces solo brincoteaba y platicaba, más que cantar. Pues un buen día, Javier Zavala nos sorpendió con la noticia de que grabaríamos un LP (long play) con temas de Juan Gabriel , que era la revelación musical del momento.

Así, en pleno 1977, ahí estábamos los 99 y yo –la niña traviesa- grabando en los estudios de la RCA Víctor. Muy cerca de la glorieta de Cuitláhuac, pasé del “Aleluya” a “tú estás siempre en mi mente, pienso en ti amor cada instante”. Creo que el ahora homenajeado y difunto se la compuso a su madre, pero yo la interpretaba con pasión tantito más carnal. Sí, fui una escuincla precoz, aunque con poca visión. Cuando nos presentaron al cantante, yo le dije “mucho gusto señor” y seguí oronda –ponle ‘orondita’- mi camino. Sin imaginar que 40 años después iba a ser el más grande de todos y se iba a morir, de repente. Claro, como suele ocurrir.

No ha sido lo único triste de la semana, también murió Gene Wilder, hubo atentado en Somalia, siguen las protestas por la destitución de la Rousseff en Brasil y el Huracán ‘Madeleine’ va derechito a Hawaii: pues cada quien elige por quién sufrir (y a quién amar, aunque suene a canción de Julio Iglesias).

Yo solo opino que ‘un ojo al gato y otro al garabato’. No hay que perder de vista las cosas que suceden mientras lloramos y lloramos en los funerales de Juan Ga, por ejemplo, el Cuarto Informe del presidente Peña Nieto. Y se me viene a la mente “nada ganas con mentir, mejor dime la verdad la la la la la la”.



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