Siempre hay asuntos que mejorar o corregir, siempre hay algunos que urge resolver, siempre las sociedades identifican prioridades y siempre las problemáticas que aquejan desde hace siglos a los indígenas se posponen.
En el mundo hay cerca de 400 millones de indígenas habitando alrededor de 90 países. Aunque representan menos del 5% de la población mundial, los pueblos indígenas se encuentran entre el 15% de los más pobres. El mundo de hoy no considera valioso, más que en lo turístico, sus aportes a la diversidad cultural y riqueza de conocimientos ancestrales. Tan solo en lo lingüístico, son representantes de la inmensa mayoría de los 7 mil idiomas que aun se hablan en el mundo.
En América Latina y el Caribe uno de los rezagos más importantes se encuentra en la educación, donde 85% de los niños y niñas indígenas asisten a la escuela secundaria, pero solo el 40% la completa.
En México son más de 15 millones de personas. Son considerados como un solo colectivo cuando en realidad son más de 60 grupos diferentes con necesidades y aspiraciones diversas. Su situación de pobreza es mucho más grave que en el resto de la población. A inicios de esta década 72% de la población indígena se encontraba, y lo sigue haciendo, en condiciones de pobreza y su rezago educativo alcanza casi el 50%. Adicionalmente, habría que considerar los problemas que enfrentan en materia de alimentación, vivienda, salud, acceso a la justicia y la profunda discriminación de la que son objeto. Por lo regular la respuesta del Estado se centra en acciones paliativas y asistenciales, ahondando un rezago histórico vergonzante como nación.
Desde 1994 se llevan a cabo acciones de concientización, cada 9 de agosto que ha sido declarado por la Asamblea General de las Naciones Unidas como el Día Internacional de los Pueblos Indígenas.
La agenda pendiente es global, casi de manera generalizada encontramos condiciones de profunda disparidad entre las poblaciones indígena y no indígena en todo el mundo. En buena medida se debe al modelo económico que no reconoce sus aportes, la expropiación de sus tierras para megaproyectos de inversión y el histórico déficit educativo de esta población.
Los modelos educativos, por lo regular, han pretendido unificar a la población indígena presionándola a dejar a un lado sus tradiciones. Se trata de abusos disfrazados de un sentimiento de superioridad cultural respaldada por la modernidad. El modelo debe considerar los avances del conocimiento mientras se respete la identidad propia. Esto no supone una tolerancia a tradiciones que atenten contra la dignidad de las personas, como en ocasiones ocurre con la marginación de la mujer.
Los indígenas luchan por el reconocimiento de sus derechos y deben tener la posibilidad de mantenerse como pueblos autónomos y diferentes. Poseen identidad propia y por siglos han desarrollado sus propios sistemas de conocimiento, valores, instituciones, prácticas y economías.
La vida cotidiana, en muchos casos, los enfrenta a obstáculos basados en la estigmatización de su identidad, rasgos físicos o tradiciones. La solución no se encuentra en su asimilación.
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