Para empezar ¿por qué en las mujeres se llaman pezones y en lo hombres tetillas? Si damitas y caballeros los tenemos iguales. En ambos casos están conformados por una coqueta aureola coronada por esa picarona protuberancia denominada pezón, hagan de cuenta como la cerecita de un pastel. Y aunque la gran diferencia fisiológica es la lactancia, no existe ninguna justificación clínica para llamarlos de manera distinta.
El diccionario de la Real Academia Española define pezón como: “Parte central, eréctil y más prominente de los pechos o tetas, por donde los hijos chupan leche”.
Y tetillas como: “Cada una de las tetas de los machos mamíferos, menos desarrolladas que las de las hembras”.
Y a pesar de que los pezones masculinos (me rehúso a llamarlos tetillas) son prácticamente un adorno, están ahí porque en el útero materno todos comenzamos siendo una especie de “anteproyecto femenino” y unos 60 días después de la concepción, la testosterona empieza a cambiar la actividad genérica de las células de los genitales y el cerebro para formar a un bebé varón. Pero para entonces los pezones ya están ahí y pues ahí se quedan. De hecho, cuentan con el mismo número conductos lactíferos que el de las mujeres (unos 15 o 20).
Incluso existen casos de hombres que pueden producir leche; esta peculiar patología es llamada prolactinoma y es causada por un tumor en la silla turca (no tenía ni idea que una parte del cerebro se llamaba así), el caso es que este tumorcillo incrementa la producción de la hormona prolactina la cual provoca galactorrea, secreción de aspecto lácteo en los hombres. La mala noticia es que no se recomienda alimentar a nadie con “leche paterna”.
Eso sí, a la gran mayoría de las mujeres y los hombres se nos desmorona el mazapán con una buena estimulación en los pezones. Según una investigación publicada en el Journal of Sexual Medicine, se demostró que con una manipulación adecuada en los pezones se puede activar en las mujeres la misma región cerebral que se activa al estimular el clítoris, lo cual puede llevarlas al orgasmo. Aunque con los hombres el estímulo es bueno, pero no para tanto, ya que son muy pocos los que alcanzan el orgasmo solo jugueteando con sus pezones. Pero de que se siente rico, sí, se siente bien rico.
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Otro hecho científicamente comprobado es que a los hombres les gustan más los pezones que a las mujeres, ya que de acuerdo a un estudio realizado a 37 hombres heterosexuales en la Facultad de Ciencias Biológicas de la Universidad Victoria de Wellington, Nueva Zelanda, se descubrió que el 98% de los participantes se sintió atraído por las chichis grandes, pero lo que en realidad los prendió cañón fueron los pezones de color oscuro. Y esta es la ciencia detrás de los concursos de playeras mojadas.
Pero según una encuesta realizada en Japón, a las niponas no les gustan los pezones masculinos o, específicamente, no les gusta que se transparenten por debajo de camisas o playeras; a la encuesta le entraron 750 japonesas, de las cuales el 84. 3% aseguró que era algo muy desagradable y el 15.7% restante destacó que le daba igual, pero ninguna dijo que le excitaran los pezones masculinos. Y esa es la razón por la que en el país del sol naciente a la industria de los “Tapa Pezones Masculinos” le vaya tan bien.
Y como ya estuvo bueno eso de andar censurando el pezón femenino, en el 2014 surgió en Estados Unidos el movimiento #FreeTheNipple, que combate la discriminación en redes sociales como Instagram o Facebook, ya que no permiten la publicación de fotos que muestran pezones femeninos; ni celebridades como Madonna, Naomi Campbell o Rihanna se han escapado a esta censura que el fundador de Instagram, Kevin Systrom, ha justificado diciendo que no se pueden exhibir pezones femeninos en su red social ya que la aplicación está disponible para mayores de 12 años ¡NETA AGÁRRENME PORQUE LE PEGO!
De hecho, para ver el video de #FreeTheNipple en YouTube, primero aparece la advertencia: “Este video puede ser inadecuado para algunos usuarios”. Como si los pezones femeninos fueran algo violento o perturbador.
Termina su columna y se le enchina el pezón de la emoción.
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